miércoles, 1 de agosto de 2012

La mujer de la ventana




A Paloma


Relato surgido de un sueño:


 
Todavía recordaba aquel nefasto día, apenas habían pasado unas semanas, un simple malestar y una visita rutinaria al médico. Recibió la noticia entre incrédulo y perplejo, se le estremeció el corazón, en sus ojos se podía ver el mar del miedo, un mar negro y revuelto, un mar de desesperanza, como era posible que en el mejor momento de su vida, aclamado por el público y la crítica, por un simple mareo se le diagnosticara que su corazón estaba al límite de su resistencia, que su vida pendía de un finísimo hilo y que sin remedio en cualquier instante se rompería.
Cuando llegó a su casa estaba hundido, se miró en el espejo del lujoso cuarto de baño y vio a un hombre solo y abatido, tan solo como cuando su madre murió y fue de familia en familia de acogida con la sola compañía de un viejo violín, único recuerdo de su madre y que más tarde significaría su compañero de éxito y de viaje.
¿Qué ha sido de mi vida?, cierra los ojos, contempla su interior, las tinieblas que cubren su corazón son terriblemente irregulares, ásperas, “las personas nacemos para vivir, ¿cómo es posible que yo, conforme he ido viviendo, he ido perdiendo contenido hasta convertirme en una persona vacía?, con mi vida a punto de acabar posiblemente siga convirtiéndome en una persona más vacía todavía. En algún momento debe poder cambiarse el rumbo.” Cuando iniciamos nuestro camino en la vida, nos acompañan dos personas queridas, que nos guiarán y ayudaran por el trayecto hasta el fin: “nuestros padres”. Lamentablemente, los suyos se bajaron en el primer puerto.
Suspendió los conciertos, todas las actividades previstas, los amigos desaparecieron y se convirtió en un ser anónimo, ni seguidores, ni directores de teatros…cuando dejas de ser útil… Una carrera de éxito es una cosa maravillosa, pero no sirve para abrazarse a ella en la noche para vencer la soledad. ¿Para qué vivir la vida, si no tienes a tu lado nadie que quiera vivirla contigo?.

Buscó un sitio tranquilo y a ser posible poco habitado, compró una vieja casa, le avisaron que necesitaría reformas, pero sabía que no tendría tiempo para ello. Es un lugar solitario, el valle está especialmente indicado para quien goza descubriendo por sí mismo las sorpresas del paisaje, conforme va bajando una pendiente, el pueblo se acerca, está encerrado entre majestuosas montañas vestidas de un intenso manto blanco, llevan un mensaje de armonía y riqueza espiritual. Un riachuelo con un muro de protección de piedra fluye a lo largo de la calle. Se oye un agradable murmullo de agua, suave y acompasado susurro, un agua limpia, transparente. Debe haber un centenar de casas, se respira tranquilidad. Para llegar a la casa hay que girar a la izquierda y seguir entre casitas y corrales, un pequeño sendero bordeado de piedras cubiertas de musgo y zarzas que sobresalen de los matorrales, todo ello a su vez revestido de una hermosa alfombra blanca. Por el hueco de los árboles se perciben algunas vacas atadas frotando sus cuernos contra el tronco de los árboles, se oyen sus cálidos mugidos, un lugar invadido por montones de balas de heno esperando a ser colocadas, la luz filtrándose entre algunos huecos potencia su color dorado. Todo parece tranquilo y pequeño. Es un precioso paisaje pintado con el corazón.
Por la noche mientras nieva copiosamente, observa por la ventana la vieja casa de enfrente, con su cartel de “se vende”, su viejo tejado cubierto de un manto blanco y un jardín en el que la nieve no deja ver los matojos, sucio y descuidado. Con sorpresa, observó por una de sus ventanas, una luz y un rostro de mujer, un rostro bello, hermoso que ofrece dulzura, sosiego y candidez, iluminada por una especie de luz interior, una mirada con un magnetismo que le provocó emociones desconocidas, paz y tranquilidad, le sonrió y desapareció, quedó profundamente extrañado, la casa estaba sin vender y no había observado ningún signo de vida desde que llegó. Noche tras noche se repitió la misma escena, una noche corrió en su busca pero la casa permanecía cerrada a cal y canto, totalmente vacía, sin vida. Su presencia le obsesiona, se pasa las noches mirando por si regresa, mira por el día, nada, ¿es real?, ¿un sueño?.....
Durante el día lo dedica a la lectura y dar a largos y tranquilos paseos, todos los días lo mismo, la señora anciana que sentada en una silla de ruedas le mira y con cara dulce le saluda a su paso, un señor de mediana edad, que carga una furgoneta para repartir pan por los pueblos cercanos, el tabernero, bueno la tienda que es todo en el pequeño pueblo, taberna, carnicería, farmacia…..,todos les saludan amablemente, pero él se limita a un gesto con la cabeza, no se encuentra con ganas ni ánimo para entablar conversación ni amistad con nadie, además ¿qué le pueden aportar esa gente sencilla y posiblemente inculta?. Hace ya algunos días que llegó al pueblo ¿cuántos?, no importa ¿por qué preocuparse a estas alturas por el tiempo?, la distancia entre el ahora y el hace mucho tiempo es muy corta, apenas perceptible.



El pueblo se encuentra construido sobre las faldas de la montaña, rodeado en casi su totalidad por el río. El encanto que nos regala, está sobre todo en el trazado de sus calles, adaptadas a la difícil topografía del terreno, con escalinatas y pasadizos y, el conjunto de sus caseríos de muros irregulares, de color rojizo con entramado de madera y detalles en los picaportes de hierro que lucen sus puertas. La paz y la tranquilidad reinan por estos lados, por lo que es el punto perfecto, para quienes gustan de las cosas simples y sencillas.

Al final de la calle, una pequeña casa, todos los días observa a la señora mayor en su silla de ruedas junto a una joven, que lee un libro en voz alta mientras la anciana escucha atentamente, hoy al pasar cerca de ellas, la señora le llama con la mano, se acerca, no con muchas ganas la verdad. Le coge de la mano y le invita a tomar un té, es una mujer bajita, menuda, que peina sus cabellos blancos con dos trenzas, con una frente grande y unos ojos pequeños y risueños. Le cuenta que tiene tres hijos y siete nietos, no vienen a visitarla porque están muy ocupados, la cuida la joven que está a su lado, por el acento, una joven extranjera, parece de algún país de este. Miles de ancianos son cuidados por personas ajenas que se encargan de sus limitadas vidas. Se almacenan ancianos como trastos inútiles, como paquetes que han dejado de tener valor para la sociedad, como seres inservibles y molestos. En numerosas sociedades primitivas el consejo de ancianos es aún hoy la máxima autoridad de la comunidad. Poco a poco sin embargo conforme las sociedades se van haciendo más“civilizadas”, todo lo que suena a viejo es menospreciado.
Observa, le está leyendo “Por el camino de Swann”, primera obra de “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust, le viene a la memoria uno de los fragmentos más conocidos cuando el narrador rememora recuerdos de su infancia al comer una magdalena con una taza de té, ya que asocia el sabor, la textura y el aroma de la magdalena, con ese mismo estímulo vivido años atrás, en la niñez. Durante los siguientes seis tomos, el protagonista proustiano se encontrará una y otra vez con esta especie de epifanía sensorial, que le llevará a lugares de su memoria que estarán vedados a la simple rememoración sistemática. El por desgracia no tenía abuelos ni padres que recordar, los únicos y desagradables olores y recuerdos estaban ligados al hospicio donde vivió tantos años.
Que lástima, que la mayor enemiga de la vida sea la soledad.
Todas las mañanas se sienta con las dos mujeres, interrumpen la lectura y escucha hablar a la anciana, es una mujer culta, pero sus ojos reflejan tristeza. Escucharla le reconforta, le da tranquilidad, es una mujer sincera pero compasiva, sabe escuchar de verdad, valora y agradece sus visitas. No tiene necesidad de vivir fingiendo, ni se preocupa por la aceptación o el rechazo. Las personas mayores tienen por costumbre decir la verdad. Disfrutan, valoran, agradecen, saborean, es decir, focalizan la atención en cada experiencia en particular y la aprecian en toda su magnitud. Ya tienen la conciencia de lo fugaz que es la vida.
“Deja entrar dentro de ti una luz clara y limpia que vaya fundiendo el hielo de tu corazón”.
Noche tras noche, día tras día, como una obsesión mira por la ventana, siempre la misma imagen, la mujer de la ventana que le mira, le sonríe y desaparece…







Cada mañana, le despiertan los sonidos de gallos, el canto de los pájaros. Se huele en el ambiente un olor muy especial a hierbas y naturaleza. El murmullo incesante del agua en la acequia entre innumerables raíces, termina por completar un marco precioso del lugar. No espera nada para aquel día, escucha todos los ruidos, se levanta sobresaltado, en el fondo de su alma, sin embargo, no espera acontecimientos, que el tiempo no pase, que se detenga, el futuro no existe, el presente se convierte de inmediato en pasado. Como perdido por él desierto, pasea sobre la soledad de su vida, sus ojos desesperados, buscando a lo lejos alguna luz en la oscuridad del horizonte.
Una tarde mientras paseaba como todos los días pasó junto a la pequeña ermita, es un pequeño edificio de estructura sencilla pero atrayente. Su fachada frontal y blanca, en contraste siempre con el vario cromatismo del cielo, remata en una pequeña campana tan humilde como pintoresca. En la entrada un cartel recuerda a los creyentes la necesidad de elevarse sobre las miserias materiales del suelo buscando la pureza del cielo. Una fuerza interior le hace pasar dentro, toda la decoración interior está realizada en escayola, una única ventana da luz al interior y sobre la puerta existe una hornacina sobre la que posiblemente se colocaba alguna imagen para su veneración. Al fondo en un pequeño altar hay un precioso retablo barroco y la imagen de la Virgen en una hornacina rectangular acristalada, es una talla pequeña, una mujer revestida del Sol que sube al cielo, con una corona de doce estrellas sobre su cabeza y con la luna debajo de sus pies, vestida de un reluciente blanco y azul escoltada por dos bellos ángeles que la rodean y la elevan para llevarla al Cielo. Su cara… no puede ser, el hombre observa sorprendido, se mueve nerviosamente, hacia la derecha a la izquierda mira, vuelve a mirar, no se puede creer lo que está viendo, su rostro sencillo, delicado, humilde, hermoso…. la mujer de la ventana.
Permanece un buen rato de pié mirando fijamente la hermosa imagen, se sienta en un banco, hay unas pequeñas hojas repartidas por los asientos, coge una de ellas, ” “La mayor enfermedad hoy día no es la lepra ni la tuberculosis sino más bien el sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos, el mayor mal es la falta de amor y caridad, la terrible indiferencia hacia nuestro vecino que vive al lado de la calle, asaltado por la explotación, corrupción, pobreza y enfermedad.” Teresa de Calcuta.
Cerró los ojos y se relajó.



Y de pronto despertó, no sabía dónde estaba ni por qué y había perdido cualquier noción del tiempo. Y ahí fue cuando vio toda una serie de imágenes a las que no les encontró significado: todo estaba oscuro y sentía que estaba ahí, vivo y consciente. Pero estaba quieto y no podía moverse ni gritar. Y entonces esa nada en la que estaba, se fue convirtiendo poco a poco en una carretera gigante. Estaba parado sobre un andén en medio de una luz cegadora, no vio a nadie solo la luz, su cuerpo no existía, estaban la luz, sus ojos, su mente y nada más.



La luz le molestaba era demasiado intensa, pero al mismo tiempo no sentía dolor, ni preocupaciones, se sentía feliz, pero la luz hería sus ojos, era demasiado fuerte, habían dos columnas de luz brillante que se deslizaban a su lado, creía que estaba en medio de un sueño, pero realmente no dormía. Se dio cuenta como que flotaba, pero solo los ojos y la mente, el cuerpo no existía.
“Tengo la sensación que me voy alejando de mí mismo, de que floto, soy como una mariposa que aletea en el borde del mundo”.


A través de los párpados vio a la mujer de la ventana, que sé acercaba vestida de un reluciente blanco y azul y se inclinaba sobre él, de sus hermosos ojos caían y se deslizaban por las mejillas unas lágrimas cristalinas, le habló, “por fin has visto lo importante”, le sonrió, le tomó de la mano y le llevó hasta la puerta cerrada, que ahora se abrió por sí misma. De su mano cruzó la puerta, al fondo había gente, mucha gente, que iba y venia, como paseando, le inundaba una sensación de paz, y de bienestar, de felicidad, se encontraba en estado de total gracia, la mujer le señaló dos rostros entre la gente que paseaba, dos rostros que le miraban con cariño y que extendieron sus brazos hacia él, eran sus padres, avanzó hacia ellos…
Al día siguiente, la señora que se encargaba de la limpieza de la ermita, lo encontró sentado en el banco, la cabeza ladeada sobre un hombro, inmóvil, no parecía haber sufrido, no se notaba tensión en el cuerpo, su rostro reflejaba tranquilidad, serenidad, tenía la expresión de satisfacción y alegría. Parecía que dormía plácidamente. Por fin, había alcanzado la felicidad.
“Porque ellos también serán iluminados con la divina Luz”




FIN

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