jueves, 22 de agosto de 2019

Regreso al Hogar de Franz Kafka


Franz Kafka


Regreso al Hogar

Al regresar atravieso el zaguán y miro alrededor. Es el viejo cortijo de mi padre. El charco en el medio. Entremezclados objetos viejos e inservibles cierran el paso hacia la escalera del granero. El gato acecha desde el balcón. Un trapo desgarrado, atado alguna vez a una barra, mientras alguien jugaba se agita al viento. He llegado. ¿Quién me recibirá?. ¿Quién espera tras la puerta de la cocina?. La chimenea humea, están preparando el café para la cena. ¿Sientes la intimidad? ¿Te encuentras como en tu casa?. No lo sé, no estoy seguro.

Es, la casa de mi padre, pero todos están uno junto al otro, fríamente, como si estuviesen ocupados en sus asuntos, que en parte he olvidado y en parte no he conocido jamás. ¿De qué puedo servirles, qué soy para ellos, aún siendo el hijo de mi padre, el hijo del viejo propietario rural?. Y no me atrevo a llamar a la puerta de la cocina, y sólo escucho desde lejos, sólo desde lejos, tenso sobre mis pies, pero de manera tal que no me puedan sorprender escuchando. Y porque escucho desde lejos no oigo nada, salvo una leve campanada de reloj, que quizá sólo creo oír llegándome desde los días de la infancia.

Lo que, además, ocurre en la cocina es un secreto que los que allí están sentados me ocultan. Cuanto más se duda ante la puerta, más extraño se siente uno. ¿Qué tal si ahora alguien la abriese y me hiciese una pregunta? ¿Acaso yo mismo no estaría entonces como alguien que quiere ocultar su secreto?
(Franz Kafka)

domingo, 12 de mayo de 2019

“Cartas a Milena” de Frank Kafka



“Cartas a Milena”, Kafka enamorado

De las cartas de Kafka a Milena, sólo conocemos las del escritor, bello testimonio de un ser enamorado, desde el marco inquebrantable de la enfermedad.

El día es tan corto. Transcurre y termina con usted, y fuera de usted sólo hay unas pocas nimiedades. Apenas me queda un rato para escribirle a la verdadera Milena”.

Franz Kafka (Praga, 1883; Austria, 1924) era un apasionado del arte de la misiva, lo demostró con Felice Bauer, la joven con la que estuvo prometido, cuya relación se rompió en 1917; justo después enferma de tuberculosis.

La periodista y traductora Milena Jesenská (Praga, 1896-Ravensbrück, 1944) fue la única mujer a la que Kafka amó apasionadamente, pero a su manera. Se conocieron en un café de Praga, en presencia de otros escritores entre los que se encontraba Ernst Pollak, su marido. Ella lo admira, le hace sentirse divino, le pide ser su traductora al checo. El matrimonio de Milena no va y además la humilla; aún así resiste. La afamada correspondencia tendrá lugar entre 1920 y 1922, al principio promete.

Tratando de aminorar la enfermedad el escritor está recluido en un balneario, en Merano. Ella le pide que vaya a verla a Viena, una petición que al autor de Metamorfosis le hace revivir los miedos del pasado. “Estamos jugando a un juego infantil, yo me arrastro por la sombra, de un árbol a otro, estoy en pleno camino, usted me llama, me señala los caminos, quiere darme ánimos”. Kafka se llena de miedos, miedo al fracaso, inseguridad al sexo, a la enfermedad que lo carcome. Se ven en Viena, pero la cosa no prospera, no así la línea espistolar que adquiere muchos enteros. Ella no está dispuesta a dejar a un marido que la engaña.

Un Kafka enamorado se adhiere a la plática lastimera del desconsuelo, se ha de conformar con las cartas. “Es tan lindo haber recibido tu carta y tener que responderla con este cerebro insomne”. Tal vez, en la escritura noctámbula, sea el lugar donde encuentra mejor acomodo. Un amor así, distante, platónico, sincero. “El día es tan corto. Transcurre y termina con usted, fuera tan sólo hay unas pocas nimiedades”, escribe. Así, hasta la muerte. Ella, como periodista, escribe un bello obituario, y se separa de su marido. “Tímido, retraído, suave, amable, visionario, demasiado sabio para vivir, demasiado débil para luchar”. (La Región)


Artículo recomendado:

https://chrismielost.blogspot.com/2011/09/franz-kafka-y-milena-jesenska-una.html

miércoles, 13 de marzo de 2019

La Muerte del Comendador (Libro 2) de Haruki Murakami


La Muerte del Comendador (Libro 2) de Haruki Murakami

El esperado desenlace por fin. El retratista, personaje principal, sigue en la casa de las montañas llena de objetos misteriosos. Lo más curioso es una pintura titulada La Muerte del Comendador. Mientras busca respuestas a varios misterios que envuelven su entorno, un vecino le pide pintar el retrato de una joven y extraña estudiante llamada Marie. Así se detuvo la primera parte del libro…

En esta segunda parte, cuando ella no regresa a casa de la escuela, él se lanza en su búsqueda. Angustiado por ese nuevo misterio se hará más preguntas comenzando con ello un viaje que se hace más profundo que la propia búsqueda de Marie. En el centro de todo esto sigue el misterioso cuadro. ¿Quién es ese hombre que no tiene rostro? Página a página recibimos respuestas que caen como pinceladas, revelando gradualmente la imagen completa. A menudo, el viaje es lo que importa, no el destino. Haruki Murakami otra vez nos salpica con la soledad, el dolor, el aislamiento y ese vacío que la creatividad puede dejar en el alma. Pero sobre todo con la búsqueda de uno mismo.

Al igual que antes, la casa sigue siendo vital en la historia, con sus registros antiguos, los enigmas son parte de la estructura al igual que las tablas y clavos que la construyen. La pintura de Don Giovanni se trasformará en pura magia sobrenatural cuando arroje a sus personajes y estos se materialicen. De nuevo el protagonista se encontrará entre sueños obsesivos, mundos del otro lado y la realidad. Los recuerdos serán la base de toda la novela, aunque su narrativa puede llegar a cargar de tan detalle. Sin embargo, la intriga se dosifica de manera extraordinaria haciendo la lectura amena. Algunos personajes importantes del primer libro van perdiendo interés en este segundo volumen, pero todo quedará bien atado, al menos lo más interesante y seguirán los guiños a citas musicales.

El autor en las páginas de este libro pone en duda la necesidad de creer. ¿Cuál es el propósito de la creencia? ¿Es para ocultar el miedo bajo la retórica de barrer la suciedad escondiéndola bajo la alfombra? La necesidad de creer en algo, de estar tras una pancarta, puede justificar nuestras acciones y dar a las masas alguna excusa por la que vivir. Murakami establece argumentos tanto de identidad como de política contra un telón de fondo de las cuestiones más fundamentales.

Un libro extraño, fascinante, con mucho más erotismo que el anterior. Muy “japonés”, monoteísta, cuyas escenas sobrenaturales ponen la piel de gallina. Al final, la decisión que tome nuestro protagonista no es sorprendente, pero tal vez nos afecte más de lo que queremos admitir. No hay ninguna epifanía, lo aceptaremos sin protestar, al igual que aceptamos esa paz que llega con el silencio. No puedo hacer otra cosa que recomendar ambos libros. (Publicado en Crónicas Literarias)