Crítica de 'Seis cuatro': un 'thriller' reposado de sentimientos subterráneos.
Yoshinobu Mikami y su mujer tienen que enfrentarse a la identificación del cadáver de una adolescente. Afortunadamente comprueban que no es el de su hija. A pesar del tiempo transcurrido se aferran a la esperanza de que siga con vida. Tal vez por ello se niegan a aportar datos como el historial dental o las huellas dactilares, cotejos que suelen llevarse a cabo más en cadáveres que con personas desaparecidas. Es un campo que Mikami conoce bien, ya que durante años fue inspector en la Segunda División de Investigaciones Criminales.
Por otro lado, nos encontramos con la próxima prescripción del secuestro y posterior asesinato de una niña llamada Shoko Amamiya. El caso Seis cuatro. Es la excusa perfecta para revisar pruebas y poner de nuevo en marcha la maquinaria. Por ello, el comisionado general planea una visita oficial en la que emitirá un comunicado desde el domicilio de los Amamiya. Pero la negativa del padre de la pequeña abre la puerta a que se cuestionen los métodos empleados en el pasado.
Es indiscutible que el género negro es uno de los que mejor refleja los problemas sociales. Y la novela negra en Japón siempre ha ido un paso por delante en este particular. El retrato y la denuncia soportan allí un peso tan grande que acaban ocupando un espacio incluso mayor que la propia trama criminal en los libros. La clave de su éxito reside en el equilibrio entre ambos elementos y en una cuidada tensión narrativa en aquello que no tiene que ver con la investigación policial.
Así las cosas, nos hallamos frente a una obra de 650 páginas en la que el escritor Hideo Yokoyama, un autor muy celebrado en su país, nos habla de manera extensa de la delgada línea que separa el periodismo de sucesos del amarillismo. Mikami, jefe de prensa del departamento de Relaciones con los Medios, tendrá que vérselas con los representantes de los principales periódicos y negociar hasta qué punto el derecho a la información de los ciudadanos puede chocar con la privacidad de las víctimas. ¿Cómo consigue que fluya? Logrando que esta parte de la historia ejerza una presión en el ánimo del protagonista y alternando esta lucha constante con todo lo que va descubriendo sobre Seis cuatro.
Esta es una novela de transcurso reposado, tal vez demasiado para el lector perezoso y acostumbrado al ritmo frenético de algunos de los 'thrillers' actuales. Yokoyama desgrana a sus personajes al milímetro, en especial al protagonista. Y lo consigue a través del encubierto monólogo interior de Mikami. Sabemos lo que piensa en todo momento. De esta manera, nos acerca una forma de razonar y hacer que refleja toda una sociedad: el desajuste entre pensamiento y palabra en una cultura donde la cortesía está por encima de los impulsos; el acatamiento riguroso de las jerarquía, y lo que conlleva que alguien pueda atreverse a transgredirlas; la observación del detalle; el respeto por las tradiciones. Toda una serie de ingredientes que convierten la lectura de esta obra en una suerte de inmersión cultural, logrando que el poso lector sea de largo recorrido. (El periódico)
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