”Al Sur de la
Frontera, al Oeste del Sol”
Lo que más me
gusta de este libro, al igual que del resto de novelas de Haruki, es que jamás
dice “este personaje odia a tal otro”, en su lugar recrea una escena en la que
el lector sabe que ese personaje odia, aunque no lo diga, a ese otro. Jamás
dice te quiero, pero sus pasajes románticos te hacen estremecer de ternura;
jamás se describe los lugares principales. Un par de referencias, si acaso, es
lo único que Murakami da al espectador, como queriendo decir “esto en realidad
no importa, imagínatelo tú, yo tengo algo más importante que contar”. Y por
último, llegamos a la verdadera razón de mi admiración por este escritor, sus
tramas. Inexistentes. No hay argumento. Vivencias unidas en unos hilos
narrativos muchas veces ilógicos, como ya ocurría en “Norgewian Woods”, que no
sé por qué motivo tradujeron aquí como “Tokyo Blues”. Lo que prima en estas
novelas no es una trama que haya que culminar, resolver, o siquiera explicar.
Priman los sentimientos. O, mejor dicho, los sentimientos mueven a los personajes.
Unos personajes aparentemente fríos e imperturbables, pero internamente heridos
y sensibles. Y esos sentimientos, esas promesas, esos deseos, les hacen viajar
del sur de la frontera al oeste del sol. Y a ti, lector, con ellos.
Esta novela
tiene poco más de 200 páginas, y en esas apenas 200 páginas se desarrollan la
infancia, adolescencia y madurez de Hajime. Una infancia marcada por un amor
puro y verdadero a base de inmaduro e ideal; de una adolescencia vivida entre
las promesas de un futuro pleno y especial, de una madurez encontrada en la
búsqueda de aquello especial que le fue prometido desde niño. Y de la
decepción, el fracaso, el conformismo que la visión de la falsedad de estas
imágenes le provoca. Todo mezclado con una visión de la realidad como algo,
además de frío, mágico y fantástico, en la que tanto las personas como sobres
llenos de dinero aparecen y desaparecen cuando les viene en gana.
En resumen,
imprescindible para aquellos que saben disfrutar con las novelas de este autor
tan… suyo.
”Al Sur de la Frontera, al Oeste del Sol”
“Durante toda mi vida, he tenido la impresión de que
podía convertirme en una persona distinta… Pero, al final, por más que me
alejara, mis carencias seguían siendo las mismas. En cierto sentido, esas
carencias son, en sí mismas, lo que soy”.
Hajime, el
narrador, nació «la primera semana del primer mes del primer año de la segunda
mitad del siglo XX», una fecha singular, como su nombre: «Principio» en
japonés. Sin embargo, le marcó mucho más el hecho de ser hijo único, porque en
las demás familias, si no eran dos hermanos, eran tres; si no eran tres, eran
dos. De ahí que su mejor amiga de la infancia fuera otra hija única, Shimamoto,
con la que compartió secretos y aficiones hasta que, tras la escuela primaria,
perdieron el contacto. Muchos años después, Hajime, que vive una existencia
relativamente feliz -se ha casado, es padre de dos niñas y dueño de un club de
jazz-se reencuentra con Shimamoto. La atracción renace. Y Hajime, obsesionado,
parece dispuesto a dejarlo todo por ella…
Con
inquietante sutileza, Murakami destila en esta trama clásica -un amor perdido y
recobrado, la consumación de una promesa de plenitud- la indefinible sensación
de desajuste con el mundo que acucia al hombre contemporáneo. Hajime,
impersonal hombre urbano, joven de clase media, es una pieza del puzzle de un
mundo caótico en el que sólo le corresponde un papel pasivo. Hajime significa
“principio”. La novela arranca con el principio de una nueva época en la que
han sido restañadas las huellas de la Segunda Guerra Mundial; un principio en
el que ya no queda nada memorable que destacar porque la sociedad ha sido
engullida por una cotidianeidad inevitable y desprovista de color. Si el
nacimiento de Hajime no supone un suceso en absoluto digno de destacar,
asimismo su entrada en la adolescencia le convertirá en un ser humano
igualmente ordinario. Hajime encuentra en su compañera de colegio Shimamoto un
mundo alternativo y lejano cuyas complejas posibilidades de expresión sólo
pueden ser canalizadas a través de la música. Pese a su particular mundo
compartido, al finalizar la escuela primaria pierden el contacto quedándose el
lector a solas con el testimonio monocorde de Hajime, cuya actitud resume la
letra de una canción de Nat King Cole, Pretend: “Cuando estés triste, finge que
eres feliz”. Cuando años después se reencuentren la atracción renace y Hajime
estará dispuesto a dejarlo todo por ella. El paso del tiempo es definitivo,
calidad que lo hace irrecuperable.
El presente
susurra continuamente a Hajime que ya no puede retroceder en ese fluir ni
regresar al tiempo de la felicidad que compartía con Shimamoto. El miedo a ser
herido había frustrado el acercamiento entre ambos, miedo fundamentado en parte
por aquella convicción según la cual las personas pueden herirse a consecuencia
de una inclinación inevitable o por el mero hecho de existir. El tiempo pasa y
una generación sucede a la anterior; lo que queda es el escenario, el desierto,
lo único que vive de verdad. Hajime se encuentra detenido en su “mundo sin
vida, desierto como la superficie de la luna”. La novela es un fiel reflejo de
la verdadera metamorfosis que ha tenido lugar desde la segunda mitad del siglo
XX en la sociedad japonesa. Murakami pasó parte de su juventud en Kobe, ciudad
portuaria arrasada por las bombas norteamericanas, en cuyo ambiente cosmopolita
adquirió el bagaje cultural plasmado en “Al Sur de la Frontera, al Oeste del
Sol”, desde la literatura de Chandler, Capote o Scott Fitzgerald al jazz o el
pop de manera que, como el resto de escritores japoneses nacidos en esa segunda
mitad, la cultura occidental ha pasado a ser algo asimilado; difícilmente puede
hablarse de confrontación, sino de confluencia de culturas.
Frases de “Al Sur de la Frontera, al Oeste del Sol”:
“Nací el 4 de enero de 1951. Es decir: la primera
semana del primer mes del primer año de la segunda mitad del siglo XX. Algo, si
se quiere digno de ser conmemorado. Ésta fue la razón por la que decidieron
llamarme Hajime (Principio)”.
“Yo conocía un mundo que los demás ignoraban.
Sólo a mí me estaba permitido tener
acceso a un jardín secreto. Para mí, escuchar a Liszt representaba acceder a un
plano superior de la existencia humana… Conforme la iba escuchando surgía una
espiral y, de esa espiral, surgía otra distinta. Y la segunda espiral se
entrelazaba con una tercera. Y esas espirales, vistas con los ojos del
presente, poseían una cualidad conceptual y abstracta”…
“Ambos éramos seres incompletos, sentíamos que algo
nuevo y todavía por aprender aparecía delante de nosotros para llenar nuestro
vacío. Estábamos de pie ante una puerta cerrada, desconocida”.
“Mi cuerpo y mi espíritu anhelaban una tierra
desconocida, un soplo de aire fresco… Era algo verdaderamente parecido a un
sueño…Y ese sueño Izumi tampoco podía entenderlo. Lo que ella perseguía en
aquella época era un sueño de naturaleza muy diferente, un mundo que se
emplazaba en un lugar muy distinto”.
“En el Shinkansen, el Tren Bala, de camino a Tokio,
mientras contemplaba distraídamente el paisaje por la ventanilla, estuve
reflexionando sobre mí mismo…. El tiempo que le hice daño a Izumi, también me
lo hice a mí mismo. Pero, años después, al volver la vista atrás, supe que sólo
había aprendido una cosa importante. La conciencia de que, al fin y al cabo, el
ser humano que yo era podía hacer el Mal. Jamás en la vida había querido
perjudicar a nadie. Pero, fueran cuales fueran mis motivos o intenciones, si me
empujaban, podía convertirme en un ser egoísta y cruel. Un ser humano que,
esgrimiendo razones plausibles, infligía una herida certera y definitiva”.
“En mayor o medida, todos tenemos experiencias
parecidas… Pero, la vida de alguien es, al fin y al cabo, su vida”.
“Este mundo es lo mismo que la película The Living
Desert (*)… Si llueve, las plantas florecen; si no llueve se secan. Los
insectos son devorados por las lagartijas; y las lagartijas, por los pájaros.
Pero, en definitiva, todos acaban muriendo. Y, después de muertos, se secan. Cuando
una generación muere, la sucede la siguiente. Pero, al final sólo queda el
desierto. El desierto es lo único que vive de verdad”… / (*): “The Living
Desert”: (El desierto viviente), película producida por Walt Disney Studios en
1953.
“Al mirar aquella fotografía me daba cuenta de
cuánto tiempo había perdido. Un tiempo precioso que jamás volvería. Un tiempo
que, por más que me esforzara, jamás podría recuperar. Un tiempo que únicamente
existía en aquel instante y en aquel lugar”…
“Cómo han cambiado las cosas… Será que nacimos
demasiado pronto”…
”Abrió la
puerta y se marchó… Seguía lloviendo. Shimamoto ya no estaba. Tal vez haya sido
una ilusión- pensé. Permanecí allí de pie largo tiempo mirando cómo la lluvia
caía sobre la calle… Quizás la lluvia tenga un poder hipnótico, eso me parecía
entonces”…
“Tuve la sensación de que yo me encontraba muy lejos
de ella. De que tal vez estuviéramos separados por una distancia inimaginable.
Al pensarlo, me asaltó la tristeza. En sus ojos había algo que me hizo sentir esa
distancia”.
”La miré a
los ojos. Parecían aguas profundas que brotaban de un manantial en una umbría
silenciosa entre montañas donde no soplaba el viento”…
“Contemplando este paisaje, se me ocurrió que estaba
escrito que yo debía ver esta escena algún día. No se trataba de un Déjà vu. No
era la sensación de haberlo visto antes, sino el presentimiento de que algún
día encontraría un paisaje como aquél. Ese presentimiento extendió sus largos
brazos y agarró con fuerza la base de mi conciencia… Pude sentir cómo me asía.
Y en la punta de sus dedos estaba yo. Yo, en el futuro, con muchos años a
cuestas”…
“Pude ver mi rostro reflejado en sus pupilas. Y
detrás, como siempre, aquel manantial tan profundo que parecía no tener fondo.
Aún recordaba vívidamente lo que había
visto aquel día en el fondo de sus pupilas. Un espacio de hielo y tinieblas que
parecía un glaciar en las entrañas de la tierra. Un silencio profundo que
absorbía los ecos sin dejar que afloraran jamás en la superficie. Aparte de ese
silencio, no había nada más…. Esto es la Muerte- pensé”…
“Pero después de ese encuentro casual con Izumi, las
fantasías y ecos de Shimamoto se fueron desvaneciendo… La sensación incierta de
estar andando por la superficie de la Luna fue perdiendo fuerza”…
“Cuando apareció el sol sobre la faz de la Tierra,
el azul se diluyó pronto en la luz ordinaria… Empezaba un nuevo día. Pero yo no
podía imaginar qué me depararía… Por más lejos que fuera, el vacío seguiría
siendo el vacío. Aquí es en definitiva adonde he llegado- me dije. Y tendría
que acostumbrarme. Y, posiblemente, en el futuro, sería yo quien debería
entretejer sueños para alguien”…
“Star Crossed Over habla de los amantes que nacieron
bajo el signo desdichado de la fatalidad. Amantes desdichados, parece compuesto
expresamente para nosotros. Shimamoto se sentó sobre el sofá, Nat King Cole
cantaba South of The Border”…
“Qué hay al Oeste del Sol- pregunté… No lo sé, tal
vez no haya nada. O tal vez sí. En todo caso, es un lugar distinto al que está
al sur de la Frontera- dijo Shimamoto”