jueves, 29 de abril de 2021

La historia del Salto de Millares - 3ª parte - La Sociedad Hidroeléctrica de Valencia


LA HISTORIA DEL SALTO DE MILLARES
 
3ª PARTE

 




La industria de la molturación se había desarrollado con éxito en la segunda mitad del siglo XIX, particularmente en  la provincia  de Valencia.  Los  tres hermanos  Pons  Forés,  Manuel, Francisco y José, cuya familia poseía el Molino Grande de Silla o Molino de Forés (Serna y Pons,  2012),  habían  diversificado  y  orientado  su  actividad  hacia  el novedoso negocio eléctrico. Tras un primer  comienzo como modesta “Sociedad en  Comandita  Pons y  Forés” fundaron en 1894 la más ambiciosa “Sociedad Hidroeléctrica de  Valencia”. El objeto social era la  producción,  explotación y  distribución  de  energía eléctrica  para  alumbrado y  fuerza motriz en los términos municipales de Gandía y Alcoy, pudiéndose dedicar a otros negocios relacionados con la electricidad. Para ello, previamente habían obtenido la concesión de un salto en el río Serpis, el Salto del Moro. Allí establecieron la central hidroeléctrica de Lorcha que  podía  proporcionar  hasta  680  kW de  potencia mediante  tres  turbinas.  Esta  sociedad contaba  con  importantes  miembros  de la  burguesía valenciana  de  la  época  entre sus  25 accionistas  iniciales.  Su  despliegue fue  rápido  y  en  1896  la  Sociedad  Hidroeléctrica  de Valencia ya había tendido dos líneas de media tensión necesarias para su plan de empresa, primera a Gandía y  la  segunda  a Alcoy. La corriente generada  era  alterna monofásica a una tensión de 6.000 voltios (Trénor, 1900). La línea hasta Gandía bordeaba la plataforma del nuevo ferrocarril entre ambas poblaciones mencionadas.

 


 
El crecimiento a largo plazo no era sencillo. Las empresas eléctricas formaban un mercado segmentado y  territorializado. En  cada  población  de tipo  mediano se  había establecido  un primer  productor  con  un  mercado  cautivo.  En  Alcira  y  Carcagente se  extendía  la  red eléctrica de José Vicente Pardo, en Játiva la de Serra y Ramírez, en Enguera  operaba “La Electricista Enguerina” y así el patrón se repetía a lo largo de la Comunidad (Armero, 2016).


Ante esta  situación, la  forma  de  crecimiento  que  además  permitiera  aplicar  economías  de escala, se  basaba  en  la  apertura de  redes  en  nuevas  poblaciones  o en  la  adquisición  de otras sociedades competidoras.  Otra estrategia que se  apuntaba a  más largo  plazo y  que finalmente  resultó  decisiva, era  la apuesta  por gran  generación  hidroeléctrica (Bartolomé, 2007).  Durante  la  última  década  del  siglo XIX el  transformador  había  evolucionado  y  al mismo  tiempo,  los  aislamientos  en  el  transporte  también  habían  mejorado  por lo  que  se podían alcanzar tensiones más altas en el punto de generación y así reducir las pérdidas en el  transporte,  dando  así  solución  a  uno  de  los  grandes  problemas  que  presentaba la distribución  eléctrica  a  tensiones  bajas.  Los  saltos  potencialmente  más  valiosos  pero alejados  de  las  grandes  poblaciones  estaban  alcanzando  su  umbral  de  explotación. Las empresas  pioneras  como  la  Sociedad  Hidroeléctrica  de  Valencia,  eran  conscientes  de  la gran  necesidad  de  capital  que  suponían  las  obras  hidráulicas,  empezando  por  las concesiones y  siguiendo con  la  construcción de  embalses,  edificios  anexos,  la maquinaria eléctrica  e  instalaciones.  Sobre  esta  inversión  se  debía  añadir  el  coste  del  trasporte eléctrico.  Cuando  mayor  era  la  capacidad  del  salto  y  mayor  la  distancia  al  punto  de consumo, mayor era la inversión.

 

 


El interés que despertaba el  Júcar  entre  los  primeros  empresarios  valencianos era  grande por las enormes posibilidades que ofrecía (Arroyo, 2012). La estrategia de crecimiento de la Sociedad  Hidroeléctrica  de  Valencia  se  basaba  en  aprovechar  el  Júcar  para  mejorar  su capacidad  de  generación.  La  sociedad  se  había  planteado  adquirir  un  valioso  salto  en  la parte alta de dicho  río y mediante dos  líneas principales, trasportar  el fluido  generado  a la ciudad de Valencia y a Gandía.

 


 

Todo ello era necesario para posicionarse en el mercado pues la generación térmica a gran escala,  mecánicamente  más  sencilla,  resultaba  cara  por  el  coste  y  la  logística  del combustible  y  no  permitía  competir  en  precio  con  la  hidráulica,  quedando  relegada  a suministros  de  apoyo  para  momentos  de  estiaje.  Solamente  aquellas  empresas  que  ya producían gas como las de José Campo y Eugenio Lebón y que además estaban ubicadas en la ciudad de Valencia, podían permitirse producir electricidad de origen térmico a precios competitivos.

 


 

 

Final 3ª parte

 

martes, 27 de abril de 2021

LA TRAVIATA de Giuseppe Verdi (Ópera completa)

 

 

LA TRAVIATA

 

La traviata (título original en italiano, que en español podría traducirse como La descarriada) es una ópera en tres actos con música de Giuseppe Verdi y libreto en italiano de Francesco Maria Piave, basado en la novela de Alexandre Dumas (hijo) La dama de las camelias (1852). Estrenada el 6 de marzo de 1853 en el teatro La Fenice de Venecia, forma junto con Rigoletto y El trovador, la trilogía popular operística que compuso Verdi a mediados de su carrera.


Titulada en principio Violetta —nombre del personaje principal—, al parecer está basada en la vida de una cortesana parisiense, Alphonsine Plessis. Piave y Verdi querían seguir a Dumas dándole a la ópera una ambientación contemporánea, pero las autoridades de La Fenice insistieron en que se ambientara en el pasado, «hacia 1700». No fue hasta la década de 1880 que se respetaron los deseos originales del compositor y del libretista y se representaron producciones «realistas».


Historia:

Se estrenó, sin éxito, en el teatro La Fenice de Venecia el 6 de marzo de 1853. El público se burló de la representación varias veces, y dirigió sus burlas a la soprano Fanny Salvini-Donatelli, que interpretaba a Violetta. Salvini-Donatelli, aunque una cantante aclamada, fue considerada demasiado vieja (a los 38), y además tenía sobrepeso, de manera que no encajaba con el papel dramático de Violetta Valéry, quien muere de tuberculosis. Verdi había intentado convencer al gerente de La Fenice para dar el papel a una mujer joven, pero no lo consiguió. A pesar de todo, el primer acto encontró el aplauso al final; en el segundo, sin embargo, el público empezó a volverse en contra de la representación, especialmente después de cantar el barítono (Felice Varesi) y el tenor (Lodovico Graziani). Al final de la ópera, el público rio a carcajadas en vez de apreciar el final trágico. Un día después, Verdi escribió a su amigo Muzio (quizás, ahora, su carta más famosa): «La traviata, anoche un fracaso. ¿Fallo mío o de los cantantes? El tiempo lo dirá».


Después de algunas revisiones entre 1853 y mayo de 1854, que afectaron principalmente los actos II y III, la ópera se representó de nuevo en Venecia, esta vez en el Teatro San Benedetto. Esta representación fue un éxito de crítica, en gran medida debido al retrato de Violetta hecho por Maria Spezia-Aldighieri. Más tarde, se estrenó en Madrid, en el Teatro Real el 1 de febrero de 1855 (Spezia tuvo el papel titular), y en Barcelona el 25 de octubre del mismo año, en el Gran Teatro del Liceo. El 24 de mayo de 1856, se presentó la versión revisada en Her Majesty's Theatre, en Londres, y le siguió el 3 de diciembre de aquel año su estreno en Nueva York.


Desde entonces su popularidad ha sido constante y se ha mantenido en el repertorio hasta la actualidad. La traviata sigue siendo muy importante dentro del repertorio operístico estándar, y aparece como la número uno en la lista elaborada por Operabase de las óperas más representadas en todo el mundo en las temporadas 2007/2008 y 2011/2012, 4​ la primera de Italia y de Verdi.


Con La traviata, Verdi alcanzó un estilo maduro, con mayor hondura en la descripción de los personajes, mayor solidez en las construcciones dramáticas, y una orquesta más importante y rica.


Es una obra atípica dentro de la producción de Verdi, por su carácter realista. No refiere grandes hechos históricos como Nabucco, ni está basada en tragedias como Macbeth, sino que es un drama psicológico de carácter intimista. Fue la primera ópera en la que los actores usaron trajes contemporáneos de la época (esmoquin y vestidos largos de dama, a la usanza francesa o inglesa), ya que hasta ese momento las óperas siempre usaban trajes históricos, correspondientes a siglos pasados o a otras civilizaciones (como ocurrió con Aida, en la que se usaron ropas del antiguo Egipto; Nabucco, del antiguo Israel, o Rigoletto, que evocaba la Italia del norte del siglo XVI). 


Argumento:


Lugar: París y sus afueras.
Época: alrededor de 1850.


Está dividida en tres actos, que respetan la estructura tradicional de presentación, desarrollo y desenlace. El eje dramático de la ópera se centra en la protagonista, Violetta Valéry, a diferencia de la novela de Alejandro Dumas, que fija su atención en su amante, Alfredo Germont, y que hace de ella un retrato aún más idealizado y la muestra como un ser casi angelical. 

 

Ópera completa con subtítulos en español:

 

miércoles, 14 de abril de 2021

La historia del Salto de Millares - 2ª parte - El proyecto hidroeléctrico del Salto de las Agujas

LA HISTORIA DEL SALTO DE MILLARES
 
2ª PARTE
 
 
El Salto de Millares en construcción - Año 1932
 
 
 
EL PROYECTO HIDROELÉCTRICO DEL SALTO DE LAS AGUJAS


El proceso de electrificación inicial de la Comunidad Valenciana sufre un salto cualitativo con la  explotación de  la  energía hidroeléctrica.  El río  Júcar ha  supuesto y  supone la mayor fuente de energía hidroeléctrica en la provincia de Valencia. A partir de 1882 se empieza a atisbar el negocio eléctrico y diferentes concesionarios se reparten los saltos aprovechables de la cuenca. Uno de los más relevantes, por la potencia eléctrica que podía suministrar, era el denominado  Salto de  las  Agujas, próximo a  la población de Millares. La Sociedad Hidroeléctrica de Valencia adquirió la concesión en 1897 con el objetivo de construir el aprovechamiento, pero el proyecto se demoró por las dificultades técnicas que presentaba y la incapacidad financiera del concesionario, y la concesión pasó a manos de Hidroeléctrica Española. Esta última presentó un nuevo proyecto de unificación con  el  salto  anterior aguas  arriba,  conocido  como  Dos  Aguas,  aunque  el proyecto tampoco resultó viable técnicamente y se retrocedió a la idea inicial, dividiendo la obra en dos actuaciones. El proyecto definitivo se finalizó en 1921. El presente trabajo analiza  el  devenir  histórico  de  este  emblemático  proyecto  y  su  repercusión  en  la electrificación temprana de la provincia de Valencia.
 
 
El Río Júcar - 1932
 

EL PROCESO DE INTEGRACIÓN DE LA SOCIEDADES ELÉCTRICAS VALENCIANAS

Introducción

La  electrificación  inicial  de  la  actual  Comunidad Valenciana es  todavía  una  materia poco conocida y sin embargo muy relacionada con el proceso de industrialización que ha recibido en  su  conjunto,  mayor  atención  de  los  investigadores.  La  generación  hidroeléctrica  fue decisiva  en  la  competencia  con  el  gas  para  iluminación  ya  que  permitía  una  política  de precios contenida e independiente de las oscilaciones del mercado del carbón y del petróleo. La  generación  hidroeléctrica  vino  acompañada  de  los  avances  en  la  tecnología  del transporte eléctrico que posibilitó la distribución de la electricidad a las zonas más pobladas y alejadas  de  los grandes  centros  de producción.  En  la  provincia  de  Valencia,  tanto el  río Turia como  el  Júcar  fueron  los  principales  apoyos del  mercado  eléctrico  a comienzos  del siglo  XX  siendo  este  último  por  su  especial  orografía y  caudal,  el  que  tuvo  una  mayor relevancia.
 
 
El Río Júcar

 
La  explotación  de  los  saltos  hidroeléctricos  suponía  grandes  inversiones  en  obra  civil  e instalaciones  y requería de una concesión administrativa otorgada por el Gobernador de la provincia. Así, las concesiones y en su caso las prórrogas a las mismas aparecen recogidas en el Archivo de la Diputación Provincial de Valencia (ADPV).

El presente  artículo analiza  el  desarrollo  de  uno  de  los  grandes  saltos  del Júcar  conocido como Salto de las Agujas que actualmente se denomina Salto de Millares, por su proximidad a la población valenciana del mismo nombre.
 
 

El Río Júcar

El proceso  para llevar  a  cabo  su  explotación involucró  a  una  de  las  principales empresas eléctricas valencianas de finales del siglo XIX, la Sociedad Hidroeléctrica de Valencia, pero la  fuerte  inversión  requerida  y  las  dificultades  para  su  construcción  impidieron  que  esta mercantil  pudiera  culminar  su  proyecto  que  fue  finalmente  trasferido  a  Hidroeléctrica Española, una empresa fundada posteriormente dentro de un mercado evolucionado y más maduro.
 
 

 

Este  artículo da  a  conocer  los  diferentes  agentes  que  intervinieron  en  el  desarrollo  del proyecto, el  porqué  de su  puesta  en  marcha, y  las dos  grandes dificultades que  debieron solventarse, en primer lugar, la financiera y en segundo lugar la constructiva. La información que ha permitido la redacción del mismo se ha obtenido fundamentalmente del Archivo Histórico de Iberdrola en el Salto de Alcántara (AHISA) (García y Diego, 2005).
 
 
El Río Júcar
 
 
 
 Final
 
2ª parte


viernes, 9 de abril de 2021

La historia del Salto de Millares - 1ª parte - El proceso de integración de las sociedades eléctricas valencianas

 La historia del Salto de Millares

1ª parte

 

 

El proceso de integración de las sociedades eléctricas valencianas



Salto de Millares


"Como en la Alpujarra, como en el macizo de Peñagolosa y en el alicantino de Aitana, los caminos son solitarios; de pueblo a pueblo, en esta comarca (del cañón del Júcar), menos aún que en aquéllos, no hay caseríos, ni casas, ni ventas, ni bosques, ni fuentes, éstas por excepción y poco visibles. Pero aventajan en la amplitud de los horizontes, porque se han trazado, ó mejor abierto á lo largo de extensas mesetas, desde las cuales se tiende la vista en todas direcciones para contemplar y gozar, no una llanura monótona, sino segundos y ulteriores términos formados por un conjunto de montañas que en dirección parecida á la del Júcar atraviesan la provincia de Valencia, ó tambien un espacio más abierto, limitado por la Muela de Bicorp. Y los que han viajado por las montañas saben cuánto atenúa las molestias producidas por el estado del camino aquella impresión que nace de contemplar horizontes grandiosos que, por serlo, hasta llegan á subyugar el ánimo"
E. Soler (1905): Por el Júcar. Notas y apuntes de viaje, p. 11

 




"Pero ¡qué cerca y a la vez qué lejos estábamos de Molinar! El paisaje (de Millares) es otro, otros los vecindarios, las costumbres, las tradiciones y el nivel económico del medio ambiente. A fines del XVIII, el P. Cabanilles reprobaba a los habitantes de Millares que postergaran el cultivo de sus tierras a las artes industriales. El religioso enciclopédico habría preferido que sus anfitriones (¡ya era ha hazaña en aquellos tiempos recorrer a fondo el valle del Júcar!) se dedicaran a la nutricia labranza en vez de al oficio de fabricar alpargatas. Pero ¿qué habría escrito el autor adivinando que dos siglos después iban la industria y la agricultura a emparejarse y caminar de consuno, que una empresa española concienzuda y audaz habría de civilizar, habría de industrializar, no ya en detrimento de la agricultura, sino en beneficio de los regantes, las aguas histéricas del Júcar?" (Hidroeléctrica Española, S.A. (1907-1957), p. 40)


La garganta del Júcar, encajada entre muelas y sierras medias mediterráneas, es un paisaje sublime. En las abruptas laderas del cañón afloran masivas secuencias rocosas y se desarrolla una amplia diversidad de nichos ambientales. Durante siglos, el congosto fue un desierto marginal e incomunicado, un refugio casi inexpugnable, pero también un camino de agua, vigilado desde castillos y atalayas, y arriesgada ruta de almadías y gancheros. Entre Cofrentes y Tous, el río Júcar - alimentado por la sostenida inercia del caudal de base en régimen natural - salva un desnivel de 300 m, un valioso recurso para los saltos hidroeléctricos pioneros en la primera mitad del siglo XX. Desde entonces hasta hoy, la hidroelectricidad ha transformado muchos elementos dominantes del paisaje del cañón. De la gestión energética de la garganta dependen muchas actividades de nuestra sociedad postindustrial. El paisaje del cañón del Júcar, además de agua y roca, y de chorradores y reciales, también es un complejo hidrotecnológico que ha impreso nuevas dimensiones al paisaje.

 


 

 

 Un aislado congosto

La garganta del Júcar entre Cofrentes y Tous se encaja mayoritariamente entre bordes recortados de mesas y muelas calcáreas (sur) y de sierras plegadas y fracturadas (norte). En las vertientes, desniveles pronunciados, escarpes y cantiles, bien registrados por la toponimia (cinto, cingla, ceja, morro, cuchillo, muralla, cortada, alto, rialto, puntal, etc.), alternan con cuestas y taludes de marcado gradiente sobre rocas más blandas. También hay marcas de desprendimientos y desplomes. En todo caso, el perfil transversal y la anchura de la garganta cambian en cada tramo.


En su recorrido por el cañón, el Júcar es un río alóctono con una notoria influencia atlántica en su régimen, con nevadas invernales en las serranías de cabecera y frecuentes tormentas primaverales. Antes de la regulación del Júcar, el caudal medio a la entrada del congosto era de 55 m3/seg. y a la salida (en Sumacàrcer) era de 60. Si el caudal era relativamente importante, más significativa era la regularidad cárstica de los ríos Júcar y Cabriel, dependientes de los acuíferos de cabecera y de la Mancha oriental. De otra parte, la influencia mediterránea introduce rasgos de torrencialidad. Las crecidas extraordinarias destruían los puentes y arrasaban precarias infraestructuras, que colapsaban la comunicación entre ambas márgenes (así sucedió en 1864, 1884, 1898, 1923). En tiempos más recientes, el desastre de la riada de 1982 aceleró la reordenación hidroeléctrica aguas arriba de Tous.

 


 


El congosto se halla comprendido entre los pisos bioclimáticos termo y mesomediterráneo, con ombroclimas de subhúmedos a secos. Al mismo tiempo, el encajamiento condiciona los contrastes entre solanas y umbrías y una rica alternancia de nichos ecológicos. En consecuencia, hay numerosos microambientes con una flora muy representativa; algunos más accesibles fueron aprovechados como recurso por los habitantes de Tous, Dos Aguas, Millares, Cortes de Pallás y Cofrentes.


El territorio que rodea la garganta fue descrito por Cavanilles como un desierto "sin cultivo y sin colonos". La difícil accesibilidad y los escasos recursos siempre limitaron la densidad demográfica. No obstante, durante la época islámica se implantó a lo largo del congosto un sistema defensivo de castillos, torres vigías y fortificaciones, de los que dependían alquerías y otros asentamientos dispersos. Los sitios defensivos son espectaculares e insólitos, sobre acantilados y cerros (castillo de Tous-Terrabona, Castillet, castillo de Cabas y castillo de Millares, castillos de Ruaya, la Pileta, Otonel y Chirel en Cortes de Pallás y castillo de Cofrentes). El emplazamiento más impresionante es el arruinado castillo de Madrona, sobre una aguda peña junto al cierre de la presa del Naranjero, con restos de estructuras apoyadas en el borde de un abismo de 300 m sobre el Júcar.
Tras la conquista cristiana del siglo XIII, los márgenes del cañón del Júcar siguieron poblados por mudéjares. Forzados a bautizarse en 1525, se produjo la primera sublevación de la muela de Cortes. Posteriormente, la orden de expulsión de los moriscos (1609) originó la gran rebelión con un resultado dramático para los sublevados. La expulsión produjo el abandono generalizado de casas y tierras, algunas de las cuales se transformaron en eriales durante la gran crisis del siglo XVII. Pese a los intentos de repoblación, algunos lugares quedaron definitivamente deshabitados. A fines del siglo XVIII, Buguete (Boxet) y Rugaya (Ruaya) estaban despoblados y en Otonel quedaba una sola casa. El patrón del poblamiento actual, pese a los despoblados, es herencia de época medieval. Las poblaciones que rodean el congosto (Cofrentes, Cortes, Dos Aguas, Millares, Tous) crecieron en el siglo XIX y alcanzaron el máximo demográfico durante las primeras décadas del siglo XX (debido a las obras relacionadas con la construcción de los saltos hidroeléctricos).


 



Los recursos tradicionales en el entorno de la garganta han sido la ganadería extensiva, los productos forestales y la práctica de la agricultura. Como las cuidadas huertas en el ruedo de los pueblos y los cultivos del secano (algarrobo, olivo, vid) no proporcionaban lo necesario, la actividad agrícola se completaba con la ganadería trashumante, la explotación del monte (carboneo, leña, cal, miel, etc.) o la recolección de esparto para la manufactura de alpargatas, y de palmito para cuerdas, escobas, etc. Algunos vecinos redondeaban sus ingresos con otros oficios a tiempo parcial (arriería, gancheros, jornaleros en la Ribera, etc.).


Otro rasgo ha sido el aislamiento y la dificultad de las comunicaciones. Las vías más comunes eran las veredas de ganado y las sendas de los arrieros. Los pasos más complicados se encontraban en los cintos que bordeaban las muelas. De otra parte, el carácter inaccesible del congosto se veía acentuado por los escasos pasos para cruzar el río Júcar: en Cofrentes, Cortes de Pallás y Millares hubo precarios puentes de madera que, de forma recurrente, eran arrastrados por las mayores crecidas. En Tous había una barca para cruzar el Júcar.

 



Final

1ª parte


martes, 6 de abril de 2021

"Seis cuatro" de Hideo Yokoyama




Crítica de 'Seis cuatro': un 'thriller' reposado de sentimientos subterráneos.


Yoshinobu Mikami y su mujer tienen que enfrentarse a la identificación del cadáver de una adolescente. Afortunadamente comprueban que no es el de su hija. A pesar del tiempo transcurrido se aferran a la esperanza de que siga con vida. Tal vez por ello se niegan a aportar datos como el historial dental o las huellas dactilares, cotejos que suelen llevarse a cabo más en cadáveres que con personas desaparecidas. Es un campo que Mikami conoce bien, ya que durante años fue inspector en la Segunda División de Investigaciones Criminales.


Por otro lado, nos encontramos con la próxima prescripción del secuestro y posterior asesinato de una niña llamada Shoko Amamiya. El caso Seis cuatro. Es la excusa perfecta para revisar pruebas y poner de nuevo en marcha la maquinaria. Por ello, el comisionado general planea una visita oficial en la que emitirá un comunicado desde el domicilio de los Amamiya. Pero la negativa del padre de la pequeña abre la puerta a que se cuestionen los métodos empleados en el pasado.


 Es indiscutible que el género negro es uno de los que mejor refleja los problemas sociales. Y la novela negra en Japón siempre ha ido un paso por delante en este particular. El retrato y la denuncia soportan allí un peso tan grande que acaban ocupando un espacio incluso mayor que la propia trama criminal en los libros. La clave de su éxito reside en el equilibrio entre ambos elementos y en una cuidada tensión narrativa en aquello que no tiene que ver con la investigación policial.


Así las cosas, nos hallamos frente a una obra de 650 páginas en la que el escritor Hideo Yokoyama, un autor muy celebrado en su país, nos habla de manera extensa de la delgada línea que separa el periodismo de sucesos del amarillismo. Mikami, jefe de prensa del departamento de Relaciones con los Medios, tendrá que vérselas con los representantes de los principales periódicos y negociar hasta qué punto el derecho a la información de los ciudadanos puede chocar con la privacidad de las víctimas. ¿Cómo consigue que fluya? Logrando que esta parte de la historia ejerza una presión en el ánimo del protagonista y alternando esta lucha constante con todo lo que va descubriendo sobre Seis cuatro.


Esta es una novela de transcurso reposado, tal vez demasiado para el lector perezoso y acostumbrado al ritmo frenético de algunos de los 'thrillers' actuales. Yokoyama desgrana a sus personajes al milímetro, en especial al protagonista. Y lo consigue a través del encubierto monólogo interior de Mikami. Sabemos lo que piensa en todo momento. De esta manera, nos acerca una forma de razonar y hacer que refleja toda una sociedad: el desajuste entre pensamiento y palabra en una cultura donde la cortesía está por encima de los impulsos; el acatamiento riguroso de las jerarquía, y lo que conlleva que alguien pueda atreverse a transgredirlas; la observación del detalle; el respeto por las tradiciones. Toda una serie de ingredientes que convierten la lectura de esta obra en una suerte de inmersión cultural, logrando que el poso lector sea de largo recorrido. (El periódico)