LAS CUATRO ESTACIONES
5ª PARTE
9
Nace un nuevo día
El
tiempo es el gran escultor de nuestras vidas; nos modela y delimita, nos
construye en virtud de lo que dejamos detrás. Soy es consciente de este hecho,
por eso mi propuesta de vida gira en torno a este relato, a estas vivencias, a
una vida dividida en las cuatro estaciones. Una vida mostrada en la forma de
hojas de calendario arrancadas.
Desde que nacemos, hasta que fallecemos, nuestra
existencia transcurre almacenando recuerdos, recuerdos que un mal día empezamos
a olvidar, que se borran de nuestra memoria, dejándonos lagunas, vacíos que no
podemos interpretar, lo que antes era una vida llena de historia, personas,
palabras, anécdotas, comienza a ser una existencia rutinaria, un regreso a
nuestros principios.
Hoy
nace un nuevo día, y con él mi
esperanza, que he encontrado en la pluma, el placer de sumergirme en mis
recuerdos más infantiles; recuerdos de añoranzas e ilusiones pasadas, que hace
tiempo decidí desempolvar y plasmarlas en un rincón de este blog, de una
página, creada con la ilusión de recordar, no sólo mis vivencias, sino también
la tierra donde crecí y viví mi niñez. Realmente cuando me pongo a exteriorizar
aquellos recuerdos, no puedo menos que llevarme las manos a la cabeza, y
comprobar, lo distinto que es todo. Aunque la inocencia infantil, puede que sea
la misma, el escenario es otro, no se asemeja en nada a nuestras calles, cuando
éramos felices con los juegos infantiles.
Cuando
“alguien” se atreve, se para y se sumerge en los recuerdo, nos encontramos un
mundo nuevo, no desconocido porque es un tiempo vivido, vivido por uno mismo en
distintas etapas de la vida, y he descubierto que solo hay que pararse y cerrar
los ojos, y es entonces cuando nos encontramos a ”nosotros mismos”, porque no
somos el presente, somos algo más que eso, somos un compendio de vivencias
pasadas, presentes y posibles futuras, y pobre del que no quiere reconocerlo
así, porque estaría incompleto.
A
veces para entendernos y entender nuestros comportamientos no queda más que
reconocernos, mirar hacía el pasado, hasta nuestra tierna infancia e ir tirando
del hilo de los recuerdos y seguro que descubriremos tantas, tantas cosas, y
especialmente viviremos de nuevos los besos y arrumacos de nuestros padres;
esos besos que quedaron guardados en algún rincón de nuestra alma y que de vez
en cuando hay que desempolvar para
volver a sentirlos, porque nuestro corazón no entiende de edad, siempre
es niño y necesita de las caricias ya casi olvidadas de nuestros seres más
queridos.
Irremediablemente
el tiempo pasa, y nosotros también vamos envejeciendo y de vez en cuando
abrimos el baúl de nuestra historia, y nos dejamos llevar por el sopor de la
nostalgia, y pienso: ¡Qué tiempos aquellos! y, ¡ay, que rápido pasa la vida!...
A
mí me toca escribir esta historia, que de real pasa a nostálgica. Cuando hablo
de nostalgia me refiero a todos nosotros, los niños de los años cincuenta, eso
éramos nosotros, esos niños que siempre van a recordar a su niñez. Recordar,
porque si hacemos trabajar nuestra memoria, allí, en aquel cerezo del cemento, en
el campamento, la piscina, el río… como una visión estaremos siendo
protagonistas de nuestra historia.
Haber
vivido una infancia como esa es lo que nos permitió esforzarnos para ser lo que
hoy somos y aportar a la sociedad lo que hayamos aportado. Conocimos la
sinceridad, la honestidad, la integridad del comportamiento, el valor de la
palabra empeñada, la necesidad del esfuerzo propio para lograr metas y
objetivos, el trabajo duro y constante, y la satisfacción del deber cumplido.
Las
generaciones de hoy ignoran que todo de lo que gozan actualmente se lo deben a
mi generación y la anterior, la de nuestros padres. Los avances científicos y
tecnológicos, la democracia, los niveles de educación a su alcance y que a
veces no aprovechan. Y sin embargo se burlan de los viejos en un nivel de
inconsciencia asombroso.
Pero
lo más importante de nuestra niñez es que nos enseñaron principios morales y
éticos que guiaron nuestra conducta.
En
esta vida estamos de paso, solo debemos de encontrar la manera de saberla
disfrutar, las cosa malas vienen solas, las cosas buenas cuando vienen, no hay
que dejarlas escapar.
Hoy,
cuando ya no queda nadie de mis generaciones anteriores, les doy gracias a
ellos desde el fondo de mi corazón por lo mucho me enseñaron… a vivir en
libertad.
FINAL DE LA 5ª PARTE
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