jueves, 29 de abril de 2021

La historia del Salto de Millares - 3ª parte - La Sociedad Hidroeléctrica de Valencia


LA HISTORIA DEL SALTO DE MILLARES
 
3ª PARTE

 




La industria de la molturación se había desarrollado con éxito en la segunda mitad del siglo XIX, particularmente en  la provincia  de Valencia.  Los  tres hermanos  Pons  Forés,  Manuel, Francisco y José, cuya familia poseía el Molino Grande de Silla o Molino de Forés (Serna y Pons,  2012),  habían  diversificado  y  orientado  su  actividad  hacia  el novedoso negocio eléctrico. Tras un primer  comienzo como modesta “Sociedad en  Comandita  Pons y  Forés” fundaron en 1894 la más ambiciosa “Sociedad Hidroeléctrica de  Valencia”. El objeto social era la  producción,  explotación y  distribución  de  energía eléctrica  para  alumbrado y  fuerza motriz en los términos municipales de Gandía y Alcoy, pudiéndose dedicar a otros negocios relacionados con la electricidad. Para ello, previamente habían obtenido la concesión de un salto en el río Serpis, el Salto del Moro. Allí establecieron la central hidroeléctrica de Lorcha que  podía  proporcionar  hasta  680  kW de  potencia mediante  tres  turbinas.  Esta  sociedad contaba  con  importantes  miembros  de la  burguesía valenciana  de  la  época  entre sus  25 accionistas  iniciales.  Su  despliegue fue  rápido  y  en  1896  la  Sociedad  Hidroeléctrica  de Valencia ya había tendido dos líneas de media tensión necesarias para su plan de empresa, primera a Gandía y  la  segunda  a Alcoy. La corriente generada  era  alterna monofásica a una tensión de 6.000 voltios (Trénor, 1900). La línea hasta Gandía bordeaba la plataforma del nuevo ferrocarril entre ambas poblaciones mencionadas.

 


 
El crecimiento a largo plazo no era sencillo. Las empresas eléctricas formaban un mercado segmentado y  territorializado. En  cada  población  de tipo  mediano se  había establecido  un primer  productor  con  un  mercado  cautivo.  En  Alcira  y  Carcagente se  extendía  la  red eléctrica de José Vicente Pardo, en Játiva la de Serra y Ramírez, en Enguera  operaba “La Electricista Enguerina” y así el patrón se repetía a lo largo de la Comunidad (Armero, 2016).


Ante esta  situación, la  forma  de  crecimiento  que  además  permitiera  aplicar  economías  de escala, se  basaba  en  la  apertura de  redes  en  nuevas  poblaciones  o en  la  adquisición  de otras sociedades competidoras.  Otra estrategia que se  apuntaba a  más largo  plazo y  que finalmente  resultó  decisiva, era  la apuesta  por gran  generación  hidroeléctrica (Bartolomé, 2007).  Durante  la  última  década  del  siglo XIX el  transformador  había  evolucionado  y  al mismo  tiempo,  los  aislamientos  en  el  transporte  también  habían  mejorado  por lo  que  se podían alcanzar tensiones más altas en el punto de generación y así reducir las pérdidas en el  transporte,  dando  así  solución  a  uno  de  los  grandes  problemas  que  presentaba la distribución  eléctrica  a  tensiones  bajas.  Los  saltos  potencialmente  más  valiosos  pero alejados  de  las  grandes  poblaciones  estaban  alcanzando  su  umbral  de  explotación. Las empresas  pioneras  como  la  Sociedad  Hidroeléctrica  de  Valencia,  eran  conscientes  de  la gran  necesidad  de  capital  que  suponían  las  obras  hidráulicas,  empezando  por  las concesiones y  siguiendo con  la  construcción de  embalses,  edificios  anexos,  la maquinaria eléctrica  e  instalaciones.  Sobre  esta  inversión  se  debía  añadir  el  coste  del  trasporte eléctrico.  Cuando  mayor  era  la  capacidad  del  salto  y  mayor  la  distancia  al  punto  de consumo, mayor era la inversión.

 

 


El interés que despertaba el  Júcar  entre  los  primeros  empresarios  valencianos era  grande por las enormes posibilidades que ofrecía (Arroyo, 2012). La estrategia de crecimiento de la Sociedad  Hidroeléctrica  de  Valencia  se  basaba  en  aprovechar  el  Júcar  para  mejorar  su capacidad  de  generación.  La  sociedad  se  había  planteado  adquirir  un  valioso  salto  en  la parte alta de dicho  río y mediante dos  líneas principales, trasportar  el fluido  generado  a la ciudad de Valencia y a Gandía.

 


 

Todo ello era necesario para posicionarse en el mercado pues la generación térmica a gran escala,  mecánicamente  más  sencilla,  resultaba  cara  por  el  coste  y  la  logística  del combustible  y  no  permitía  competir  en  precio  con  la  hidráulica,  quedando  relegada  a suministros  de  apoyo  para  momentos  de  estiaje.  Solamente  aquellas  empresas  que  ya producían gas como las de José Campo y Eugenio Lebón y que además estaban ubicadas en la ciudad de Valencia, podían permitirse producir electricidad de origen térmico a precios competitivos.

 


 

 

Final 3ª parte

 

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