viernes, 19 de septiembre de 2014

Los clavos



LOS CLAVOS

Esta es la historia de un niño que tenía muy mal carácter.

Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar uno detrás de la puerta.

El primer día, el muchacho clavó 37 clavos. Durante los días que siguieron, a medida que aprendía a controlar su temperamento, clavaba cada vez menos.

Descubrió que era más fácil dominarse que clavar clavos detrás de la puerta.

Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Su padre le sugirió que retirara un clavo por cada día que lograra dominarse.

Los días pasaron, y pudo anunciar a su padre que no quedaban clavos por retirar.

El hombre lo tomó de la mano, lo llevó hasta la puerta y le dijo:

"Has trabajado duro, hijo mío, pero mira esos agujeros en la madera: nunca más será la misma.


Cada vez que pierdes la paciencia, dejas cicatrices como las que aquí ves. Puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero la cicatriz perdurará para siempre".

viernes, 5 de septiembre de 2014

"1Q84" de Haruki Murakami



Cuando tenían diez años las vidas de A
omame y Tengo en cierta forma quedaron en suspenso. Es decir, siguieron viviendo, creciendo, pero sólo 20 años después, en el mundo de 1Q84, recuperan la vitalidad y algo cambia en ellos. La naturaleza de esos cambios, su origen último, las consecuencias que provocan son en esencia el trasfondo de esta novela, una peculiar historia de amor en la que los amantes jamás llegan a encontrarse. Una de esas historias que no parece tener más matices, como una hoja doblada de papel a la que uno podría no prestar atención pero que al desplegarse va revelando dibujos inesperados y atisbos de otros mundos. 

Alrededor de ese núcleo, el autor teje temas con toda confianza, habiendo perfeccionado hasta tal punto su arte que sabe que puede lanzar al aire todas las pelotas que quiera sin tener problemas para ir recogiéndolas todas una a una. La infancia, evidentemente, es uno de esos temas, porque allí es donde se fraguan muchos aspectos de nuestra situación actual. También las sectas religiosas, la política japonesa antes y después de la segunda guerra mundial, el maltrato en todas sus formas y hay dos lunas en el cielo. Dos lunas que parecen mantenerse siempre a la misma distancia entre sí, que forman simultáneamente una señal y un reflejo. 

Perro en todo momento Aomame y Tengo forman el punto central de la narración, cuya relación da sentido a lo que sucede y en cierta forma a lo que sucedió y se nos va revelando. Son el centro de la que probablemente sea la novela más deliberadamente ambigua de Murakami, aquella en la que más se entremezclan los conceptos, las ideas y los sentimientos.


Orwell escribió 1984 mirando al futuro, y yo, con mi novela, quiero hacer lo contrario, mirar al pasado, pero sin dejar de ver el futuro. Es mi obra más ambiciosa. (Haruki Murakami)

El Cultural ofreció una de las pocas entrevistas concedidas por el escritor a un diario alemán con motivo de la publicación de 1Q84, una historia de ciencia ficción sobre una asesina que descubre un misterioso mundo subterráneo. En Alemania el éxito de la novela ha sido tal que en la primera edición ya se han vendido 40.000 ejemplares

El origen de 1Q84

-Los títulos de algunas de sus novelas, como Tokio blues. Norwegian Wood o After Dark, están inspirados en canciones de los Beatles, de los Beach Boys o en piezas de jazz. Al principio de 1Q84, en la radio del taxi suena la Sinfonietta de Janacek; también podemos escuchar El clave bien templado de Bach, obras de Haydn y otras piezas barrocas. ¿Su gusto musical se decanta ahora por los clásicos?

-No, siempre he escuchado todo tipo de musica: jazz, clásica, rock, siempre que sea bueno.

-¿Cómo comenzó a escribir?

-Hacía sol y estaba viendo un partido de béisbol una tarde de abril. De repente, fue como si me hubiera caído un rayo y supe con toda claridad que sería escritor.

-¿Hubo algún factor desencadenante, alguna experiencia que inspirase 1Q84?
-La idea llegó de forma muy sencilla: iba en coche por Tokio, el tráfico era intenso y me quedé atascado en una autovía en medio de la ciudad. Miré por la ventana y pensé en cómo me sentiría si bajase del coche, lo dejase allí y descendiese al subsuelo. Ésa fue la idea desencadenante, de la que partió el personaje de Aomame. Así empezó. No sabía lo que ocurriría más adelante. Pero sí que detrás se escondía una gran historia.

-Aomame desciende por una escalera de emergencia de una autovía y llega a otro mundo. ¿Le ha sucedido a usted?

-No, yo tengo una vida muy normal. No tengo experiencias sobrenaturales. Pero cuando estoy escribiendo una historia, entonces creo en todo lo que mi historia puede ofrecerme: desde lo más cotidiano a lo más increíble. Si la historia lo necesita, continúo por ese camino. Pero no creo en fantasmas, extraterrestres ni cosas por el estilo; soy bastante realista y razonable.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

"El péndulo de Foucault" de Umberto Eco



"El péndulo de Foucault" es un libro realmente impresionante. Impresionante principalmente por el cúmulo de conocimientos que su escritor debió reunir para tejer su red narrativa. De inicio a fin deslumbra con una inmensa cantidad de datos históricos que son usados para tejer una trama complicada, mezclada con el sarcasmo de los personajes centrales de la misma.
El libro comienza justo antes del final, en un momento de tensión en que el personaje principal, el narrador de la historia, Casaubón, se desliza entre los pasillos del conservatorio donde se exhibe el péndulo de Foucault. En la tensión del momento nos comienza a explicar cómo funciona el péndulo y un poco de su teoría, y después se hunde en el pasado para llevar la historia secuencialmente, desde sus días de estudiante en el que frecuentando el bar Pílades conoce a Giacopo Belbo, editor de Garamond con quien congenian desde el primer momento, evidentemente por la afinidad cultural de ambos. Belbo y Casaubon comienzan a frecuentarse, y en una visita que hiciera a la editorial, conoce a Diotallevi, el tercer personaje del plan.
Las páginas finales de un libro son una reflexión espiritual acerca de los motivos que nos llevan a buscar secretos, que nos mueven a buscar seres superiores, que nos hacen creer en la existencia de un plan prediseñado en el que tenemos escritos nuestros papeles: para poder sentirnos libres de responsabilidad ante las consecuencias de nuestros errores, para tener alguien o algo externo a quien culpar de nuestros fracasos. Para tener una excusa para nuestra mediocridad.
Es absolutamente genial. Complejo, eso sí. Y difícil de leer si no estás acostumbrado a este tipo de literatura, con fondo poético, donde la trama se desarrolla como una telaraña que te estrangula.
El autor conoce la Edad Media mejor que nuestra época, y es maravilloso dejarse llevar de su mano, y adentrarse en el funcionamiento de las sectas: Su locura, y falta de escrúpulos. Todo ello mezclado con el nacimiento de los programas informáticos, y la corrupción de los editores que especulan con el ego de autores sin talento.
El texto se balancea como un péndulo que te lleva y te trae, dibujando el mapa de la superstición y la estupidez humana; y la bola que lo mueve, como suele ocurrir, es un amor contrariado. A la vez ilustra al lector sobre el objeto que usó Foucault para demostrar el movimiento negado en su día por ciertos religiosos amantes de las hogueras.
En resumen: Una fiesta literaria. ¿El peligro? Vernos empujados a viajar a París a visitar el punto del cual cuelga el universo...
Quiero compartir un extracto de “El Péndulo de Foucault” de Umberto Eco. Este fragmento me pareció muy divertido y auténtico.
“En el mundo están los cretinos, los imbéciles, los estúpidos y los locos. (…) El cretino ni siquiera habla, babea, es espástico. Se aplasta el helado contra la frente, no puede ni coordinar los movimientos. Entra en la puerta giratoria por el lado opuesto. (…)
Ser imbécil es ya más complicado. Es un comportamiento social. El imbécil es el que habla siempre fuera del vaso (…). O si prefiere es el que siempre mete la pata, el que le pregunta cómo está su bella esposa al individuo que acaba de ser abandonado por la mujer (…). El imbécil está muy solicitado, sobre todo en las reuniones mundanas. Incomoda a todos pero les proporciona temas de conversación. (…)
El estúpido no se equivoca de comportamiento. Se equivoca de razonamiento. Es el que dice que todos los perros son animales domésticos y todos los perros ladran, pero que también los gatos son animales domésticos y por lo tanto ladran (…). Se publican muchos libros escritos por estúpidos, porque a primera vista son muy convincentes (…).
(El loco) es un estúpido que no conoce los subterfugios. El estúpido trata de demostrar su tesis, tiene una lógica, cojeante, pero lógica es. En cambio, el loco no se preocupa por tener una lógica, avanza por cortocircuitos. Para él, todo demuestra todo. Al loco se le reconoce porque se salta la torera obligación de probar lo que se dice; porque siempre está dispuesto a recibir revelaciones. Y le parecerá extraño, tarde o temprano el loco saca a relucir a los templarios.”