miércoles, 3 de septiembre de 2014

"El péndulo de Foucault" de Umberto Eco



"El péndulo de Foucault" es un libro realmente impresionante. Impresionante principalmente por el cúmulo de conocimientos que su escritor debió reunir para tejer su red narrativa. De inicio a fin deslumbra con una inmensa cantidad de datos históricos que son usados para tejer una trama complicada, mezclada con el sarcasmo de los personajes centrales de la misma.
El libro comienza justo antes del final, en un momento de tensión en que el personaje principal, el narrador de la historia, Casaubón, se desliza entre los pasillos del conservatorio donde se exhibe el péndulo de Foucault. En la tensión del momento nos comienza a explicar cómo funciona el péndulo y un poco de su teoría, y después se hunde en el pasado para llevar la historia secuencialmente, desde sus días de estudiante en el que frecuentando el bar Pílades conoce a Giacopo Belbo, editor de Garamond con quien congenian desde el primer momento, evidentemente por la afinidad cultural de ambos. Belbo y Casaubon comienzan a frecuentarse, y en una visita que hiciera a la editorial, conoce a Diotallevi, el tercer personaje del plan.
Las páginas finales de un libro son una reflexión espiritual acerca de los motivos que nos llevan a buscar secretos, que nos mueven a buscar seres superiores, que nos hacen creer en la existencia de un plan prediseñado en el que tenemos escritos nuestros papeles: para poder sentirnos libres de responsabilidad ante las consecuencias de nuestros errores, para tener alguien o algo externo a quien culpar de nuestros fracasos. Para tener una excusa para nuestra mediocridad.
Es absolutamente genial. Complejo, eso sí. Y difícil de leer si no estás acostumbrado a este tipo de literatura, con fondo poético, donde la trama se desarrolla como una telaraña que te estrangula.
El autor conoce la Edad Media mejor que nuestra época, y es maravilloso dejarse llevar de su mano, y adentrarse en el funcionamiento de las sectas: Su locura, y falta de escrúpulos. Todo ello mezclado con el nacimiento de los programas informáticos, y la corrupción de los editores que especulan con el ego de autores sin talento.
El texto se balancea como un péndulo que te lleva y te trae, dibujando el mapa de la superstición y la estupidez humana; y la bola que lo mueve, como suele ocurrir, es un amor contrariado. A la vez ilustra al lector sobre el objeto que usó Foucault para demostrar el movimiento negado en su día por ciertos religiosos amantes de las hogueras.
En resumen: Una fiesta literaria. ¿El peligro? Vernos empujados a viajar a París a visitar el punto del cual cuelga el universo...
Quiero compartir un extracto de “El Péndulo de Foucault” de Umberto Eco. Este fragmento me pareció muy divertido y auténtico.
“En el mundo están los cretinos, los imbéciles, los estúpidos y los locos. (…) El cretino ni siquiera habla, babea, es espástico. Se aplasta el helado contra la frente, no puede ni coordinar los movimientos. Entra en la puerta giratoria por el lado opuesto. (…)
Ser imbécil es ya más complicado. Es un comportamiento social. El imbécil es el que habla siempre fuera del vaso (…). O si prefiere es el que siempre mete la pata, el que le pregunta cómo está su bella esposa al individuo que acaba de ser abandonado por la mujer (…). El imbécil está muy solicitado, sobre todo en las reuniones mundanas. Incomoda a todos pero les proporciona temas de conversación. (…)
El estúpido no se equivoca de comportamiento. Se equivoca de razonamiento. Es el que dice que todos los perros son animales domésticos y todos los perros ladran, pero que también los gatos son animales domésticos y por lo tanto ladran (…). Se publican muchos libros escritos por estúpidos, porque a primera vista son muy convincentes (…).
(El loco) es un estúpido que no conoce los subterfugios. El estúpido trata de demostrar su tesis, tiene una lógica, cojeante, pero lógica es. En cambio, el loco no se preocupa por tener una lógica, avanza por cortocircuitos. Para él, todo demuestra todo. Al loco se le reconoce porque se salta la torera obligación de probar lo que se dice; porque siempre está dispuesto a recibir revelaciones. Y le parecerá extraño, tarde o temprano el loco saca a relucir a los templarios.”

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