Cuando era pequeño deseaba crecer
para poder acostarme tarde, y hoy quisiera ser pequeño para poder dormir más de
seis horas con regularidad.
Cuando era pequeño quería
enterarme de todo cuanto me rodeaba, saber el porqué de todo; hoy en cambio,
desearía no saber muchas de las cosas que sé.
Cuando era pequeño me encontraba
lleno de sueños e ilusiones; ahora el mundo me pide que sueñe con mi futuro y
yo tiemblo con sólo pensarlo.
Cuando era pequeño quería que me
dejasen libertad para decidir por mi mismo lo que era mejor; ahora me gustaría
que me dijeran que tengo que hacer en determinadas ocasiones.
Cuando era pequeño llegó un día
en que me consideré mayor (craso error) y dejé de dar importancia a que mis
padres me arroparan y contaran cuentos, dando a este gesto de lado. Ahora me
gustaría notar como se sientan a un lado de la cama, me arropan, me dan un
cálido beso y alguna caricia en el pelo, me gustaría poder estar quieto,
escuchando alguno de mis cuentos preferidos en la dulce voz de mi madre.
Cuando era pequeño tenía el
mundo, cuando era pequeño tenía la clave de la felicidad propia, pero me cegué
con el paso de los años en ser un adulto (de manera inexorable debía suceder) y
fui apartando de mi camino las caricias diarias, que me arroparan, que me
leyeran un cuento...
Hoy echo de menos aquella
tranquilidad, el poder jugar toda la tarde sin preocupaciones, ese poder
divertirme en todo momento sin ninguna responsabilidad, aquellas tardes de
fútbol, canicas, policías y ladrones... mis amigos... en definitiva: la libertad que
da la infancia y quitan los años.
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