Soy una colección de recuerdos pegados en mi alma, mezclados con canciones, aromas y sueños.
jueves, 27 de diciembre de 2012
martes, 25 de diciembre de 2012
lunes, 24 de diciembre de 2012
domingo, 23 de diciembre de 2012
sábado, 22 de diciembre de 2012
Las cuatro estaciones - 9ª parte - Invierno (2ª parte) - El colegio interno.
LAS CUATRO ESTACIONES
9ª PARTE
INVIERNO (2ª parte)
XVII
El colegio interno
Invierno del 63, una de las vacaciones de Navidad más felices de mi vida, corresponde al año de mi asistencia al colegio interno. Una vez finalizada la enseñanza en el colegio del Salto de Millares y comenzabas él Bachiller, o abandonabas los estudios o los proseguías en el colegio interno de Cofrentes, igualmente solo para hijos de empleados de Hidroeléctrica Española. Fue el primer y más feliz regreso tras dos meses fuera de casa.
A pesar de estar con mi hermano, era la primera vez que me separaba de mis padres, pensaba que nunca más los volvería a ver, lloré lo que no hay escrito, creo que es imposible que un hijo no recuerde la primera vez que ve llorar a su madre, tal vez llorase antes y yo no lo recuerdo por ser muy pequeño, mi madre era consciente que estaba muy enmadrado y lo iba a pasar mal, como así fue. Y no puedo olvidar la sensación y el dolor que me produjo ver como se alejaba mi casa, mis padres, mis hermanas, subido junto a mi hermano, en el Jeep que nos transportaba hasta el colegio.
El colegio estaba situado junto al pueblo de Cofrentes, limítrofe a la comunidad castellano-manchega y cercana a poblaciones como Requena, Ayora, Utiel…. La ubicación del pueblo, es francamente pintoresca ya que se halla en las faldas de una montaña que preside el castillo, rodeada por dos ríos: el Júcar y el Cabriel, que a poca distancia desemboca en el primero de ellos. Justo en la unión de los dos ríos se hallaba situado el colegio.Su monumento principal es, sin lugar a dudas, el castillo. El emplazamiento del castillo es verdaderamente estratégico, pues desde sus murallas se dominaban los ríos Júcar y Cabriel, contando además en su lado norte con una formidable defensa natural: el gran acantilado. Cerca del pueblo, se halla un auténtico volcán: el Cerro Agrás, situado a 527 m de altitud, en la orilla de río Cabriel y a donde fuimos en varias ocasiones de excursión.
"La Escuela Laboral de Cofrentes"
El colegio, tenía unas instalaciones excelentes, en alas separadas las habitaciones para chicos y chicas. Habitaciones con literas para cuatro alumnos, en la que dormía con mi hermano y dos compañeros, Úbeda y Vieco. Aulas muy confortables y amplias, salón de estudio, pista de deportes, campo de futbol, pista de atletismo….
A pesar, que era un desastre para las comidas, no me gustaba nada, en el colegio se comía francamente bien, la cocinera, la señora Antonia nacida en Campo de Criptana, se esmeraba en hacer buenas y variadas comidas, nunca olvidaré el magnífico gazpacho manchego que nos hacía casi todas las semanas. El desayuno, era una auténtica pesadilla para mí, café con leche y un bocadillo, muy a menudo con salchichón, como no me gustaba nada y no me dejaban salir hasta que lo terminaba, lo mojaba en el café con leche para poder comerlo, si no me veían, lo pasaba por debajo de la mesa a mi hermano.
"En Cofrentes, con mi hermano Vicente"
Soportábamos una densa jornada escolar, con puntualidad a las nueve de la mañana, formábamos fila en el espacioso patio, se podía ver las distintas clases perfectamente ordenadas de izquierda a derecha, cada clase se trasformaba en dos simétricas hileras donde nos colocábamos según estatura de menor a mayor, frente veíamos los dos altos mástiles que presidían la castrense formación, todas las mañanas a los compases del “Cara al Sol”, dos alumnos mayores arriaban con parsimonia las dos laureadas banderas, a la izquierda la española, a la derecha la de Falange. No coincidíamos con las chicas en el recreo, solo en clase y no soy capaz de recordar en nombre de ninguna de ellas.
"En el campo de fútbol del Salto de Cofrentes"
Teníamos un buen cuadro de profesores, el director, el Padre Porcel, muy obsesionado que no pasara nada “raro” entre los chicos y las chicas, pero era un hombre recto, bueno y respetuoso, Don Rafael Ruiz, el profesor de Matemáticas, de ideas muy avanzadas para aquellos tiempos, en la hora de estudio nos ponía música clásica, así conocí “La quinta sinfonía de Beethowen”, era bastante permisivo y enemigo de los castigos, le gustaba mucho dialogar. Don Antonio Ramos, el más joven, nos enseñaba Física y Química, guardo buen recuerdo de él, la profesora de Geografía que no recuerdo su nombre y a la que quería mucho, la excepción, Don Antonio M., el de Gramática, auténtico déspota, nos pegaba con una regla al menor fallo y aplicaba duros castigos, consiguió que tuviera miedo de entrar a clase.
"Muy atento, estudiando"
Tenía once años, era el más pequeño del colegio, como he comentado, lo pasé muy mal, sobre todo el primer trimestre, a pesar de estar bastante arropado por mi hermano, compañeros y la mayoría de profesores. Era un niño muy tímido y por tanto muy sensible, tenía fama de bueno y de verdad lo era, alguna trastada que otra lógicamente hice, pero en general era respetuoso y obediente.
"Mi madre y mi hermano, en una visita al colegio interno"
Entre los profesores, mi hermano era el revoltoso y yo el bueno, cosa que se corresponde bastante con la realidad, ambos éramos buenos estudiantes y obteníamos excelentes notas, pero mi hermano siempre estaba castigado, algunas veces por méritos propios y otras veces por equívocos. Hay una anécdota que recuerdo perfectamente, muy divertida, pero en su momento me hizo sentir mal:
Estabamos una noche en la habitación preparados para acostarnos, Úbeda, Vieco y mi hemano ya en la cama, no se porqué, me acerqué a la ventana y cogí la cuerda de la persiana enrollable y la comencé a subir y bajar, imitando al alzado y bajada de una bandera, mientras cantaba el himno de España:
- José Mari, deja la persiana y acuestate- me dice mi hermano.
Sin hacer caso, prosigo con el himno, mientras sigo subiendo y bajando la persiana.
- José Mari, deja la persiana y acuestate- repite mi hermano, en tono mas fuerte y con cara de pocos amigos.
Como continuo sin hacer ni caso, mi hermano salta de la cama en dirección a la ventana, coge la cuerda para colocarla en su sitio, por si acaso, salgo por piernas hacía mi litera, en ese momento, se abre la puerta y aparece la figura del Padre Porcel, la escena que ve: mi hermano con la cuerda de la persiana en la mano, y yo en la cama perfectamente acostado:
- No podía ser otro, siempre tu, Vicente…-dice el sacerdote.
- Padre Porcel – le digo- el que estaba cantado y subiendo la persiana, éra yo, mi hermano solo pretendía atarla.
El Padre Porcel, me miró y luego se dirigió a mi hermano: Tienes un hermano que no te lo mereces, esta dispuesto a echarse las culpas para salvarte….¡¡¡Vicente, al pasillo, hasta las doce!!!,los demás apagar la luz y a dormir.
Con mi hermano, hoy en día seguimos recordando esta escena con cariño y buen humor, típica de una comedia de enredos.
Tambien recuerdo mis éxitos en Atletismo,esta práctica gustaba mucho a D. Rafael, recuerdo como ganaba el campeonato de pértiga, para no mentir, era el único que terminaba la prueba, nadie era capaz de coordinar carrera rápida para tener un buen impulso y a la vez introducir la pértiga en el calcetín (agujero), unos se tenían que parar para acertar a introducir la pértiga, por lo que no tenían impulso para elevarse, el que no se paraba, se pasaba de largo, yo era el único capaz de coordinar todos estos movimiento, conseguía saltar la triste altura de metro y medio, pero me convertí en el especialista y campeón del salto de pértiga.
Al ser colegio privado, los exámenes finales, los hacíamos en el Instituto Nacional de Requena. Me gustaba ir a Requena, a pesar de los nervios, siempre saqué muy buenas notas, si llevabas bien el curso y tenías un mal día, nadie te conocía y por tanto lo hecho en el curso no te valía para nada, sin embargo, todo aquel que no lo llevaba bien, si tenía suerte con las preguntas o un día inspirado, salvaba el curso.
Lo que también ha quedado incrustado en mi memoria es el frío de aquellos inviernos. Conocido es el clima extremo en aquella comarca, la escuela tenía calefacción, pero era inevitable salir fuera, al recreo, para pasar de un edificio a otro, a la capilla….cuando nevaba o caían aquellas heladas tan crudas, pasaba un frío tremendo. Los sabañones estaban a la orden del día. Muchas veces, por la mañana, no podía escribir porque me temblaban las manos y los sabañones en los dedos eran realmente dolorosos.
XVIII
Trabajos y Días
“Trabajos y días”, fue un documental, producidos por Hidroeléctrica Española en 1964, dirigido por Luciano González, realizado por los míticos Estudios Moro, donde se daba a conocer las distintas centrales eléctricas, su vida, paisajes, la labor social de la compañía… En el capítulo sobre el Salto de Millares, Cortes de Pallas y Cofrentes, se dedicaba una parte al colegio interno.
Creo que mi afición al cine, se gestó durante aquel rodaje. Estuvieron rodando en el colegio una semana aproximadamente, recuerdo como instalaban los railes por donde se deslizaban las cámaras, los focos, etc. Me eligieron a mí para representar las actividades diarias del alumno, el momento de levantarse por la mañana, la escena se rodó al mediodía, pero lo hice bastante bien pues parecía que me acababa de despertar, la hora del desayuno, en clase, el recreo, las actividades deportivas…. Cuando se hizo el prospecto publicitario del documental, mi cara aparecía en primer plano, durante años lo conservé, pero se acabó extraviando.
Lo mas duro del rodaje fue la excursión que realizamos hasta cerca de Cortes de Pallas, las cámaras iban rodando desde distintas posiciones, alto de las montañas, fondo de barrancos….Todo el día caminando hasta la noche, a varios de nosotros nos tuvieron que recoger en coche, ya que agotados no podíamos regresar, llegamos tan fatigados y con tanta hambre, que comí un plato lleno hasta arriba de una comida que odiaba: judías blancas, me parecieron maravillosas.
A los pocos meses, se proyectaron por toda España, yo la vi en el Salto de Millares, en el mes de Julio, proyectada en “el cemento”, que se utilizaba como cine de verano, nos bajamos las sillas y por supuesto el correspondiente bocadillo. El documental quedó muy bien y causó sensación a los padres cuyos hijos aparecían, lógicamente mis padres estaban encantados de ver el protagonismo de sus hijos.
Con la perspectiva del tiempo pasado, mi estancia en el colegio interno, la considero muy positiva, aprendí a estar fuera de casa, a compartir, tuve buenos compañeros, tenía la edad ideal para aprender a ir tomando decisiones, a coger experiencia, a tener nuevas ilusiones, sueños, a caminar día a día, a esperar, pues el sol no va a nacer antes de tiempo, ni el día va a tener un minuto más.
Final de la 9ª parte
viernes, 21 de diciembre de 2012
martes, 18 de diciembre de 2012
domingo, 16 de diciembre de 2012
viernes, 14 de diciembre de 2012
miércoles, 12 de diciembre de 2012
Estoy harto de...
Estoy harto de mantener a políticos que llevan toda su vida en el cargo viviendo del cuento. Estoy harto de vividores.
Estoy harto de los políticos que se les llena la boca diciendo que están al servicio del ciudadano, cuando la realidad es que tienen al ciudadano a su servicio. Estoy harto de mangantes y golfos.
Estoy harto de escuchar todos los días, a los que han estado siete años gobernando, robando y derrochando…dar clases de cómo salir de la crisis. Estoy harto de sinvergüenzas, cínicos, caraduras e ineptos.
Estoy harto de mantener a corruptos, ladrones y chorizos que no devuelven lo robado y como mucho, pasan unos días en la cárcel. Estoy harto de las injusticias de la justicia.
Estoy harto de los auto-denominados antisistema, que viven a cuerpo del rey dentro del sistema. Estoy harto de contadores de nubes y demagogos desvergonzados.
Estoy harto, de que todo el mundo quiera ser progresista aunque sea de cara a la galería, o dices y opinas lo políticamente correcto o eres un facha. Estoy harto del narcisismo de los progres de izquierda, que ven su imagen reflejada en un charco y creen a pies juntillas que el mundo se ha rendido a sus pies.
Estoy harto de la gente que hace las cosas de cara a la galería, para quedar bien, para que se fijen en ellos, para calmar su falsa y malformada conciencia. Estoy harto de falsos, hipócritas y sepulcros blanqueados.
Estoy harto de los que se dan golpes en el pecho, de los que se sienten desgraciados, de los que se quejan continuamente sin mirar a su alrededor y darse cuenta de lo afortunados que son y la poca razón que llevan. Estoy harto de llorones.
Estoy harto de gente cuya palabra no vale un duro, de los que hoy dicen una cosa y mañana la contraria. Estoy harto de los políticamente correctos.
Estoy harto del miedo al compromiso, porque así hay mas “libertad” de poder hacer lo que me plazca y cuando quiera. Estoy harto de cobardes.
Estoy harto de gente a la que hay que dárselo todo hecho para que, además, se quejen y pongan pegas. Estoy harto de comodones.
Estoy harto de los que cada día llegan a su puesto de trabajo con la única intención de amargar la jornada a sus compañeros, o de esas personas con las que lo último que deseas es coincidir tomando una cerveza porque sabes que harán que te siente mal. Estoy harto de infelices.
Estoy harto de gente que nunca da las gracias, de gente que se piensa que lo que haces es porque se lo merecen y es tu obligación. Estoy harto de desagradecidos.
Estoy harto de gente que no da un palo al agua las 24h del día los 365 días del año. Estoy harto de vagos.
Estoy harto de la gente que habla sin saber, porque han oído, porque piensan, porque les han contado…Estoy harto de chismes y de gente sin criterio ni opinión.
Estoy harto de gente que se conforma con sus defectos, de gente que se alegra de ser como es a pesar de no ser como querrían. Estoy harto de gente conformista y que pacta con el error.
Estoy harto de los que se quejan de que no le toca la lotería cuando ni siquiera juegan… o juegan con boletos caducados. Estoy harto de fracasados.
Estoy harto de los que quieren convertir las Navidades en unas fiestas consumistas, tristes, fatigosas, sin fundamento ni sentido cristiano. Estoy harto de los que convierten una fiesta cristiana y familiar en un festejo.
¿Y tu, de que estas harto?
domingo, 9 de diciembre de 2012
Amor eterno
AMOR ETERNO
Como en un piano,
en mi alma acaricias música,
tus dedos en las teclas,
aletean melodías nunca olvidadas.
Aquellas primeras,
se vuelven eternas en tus manos.
Al cielo se alzan nuestros deseos desgranados,
del amor que fue y que siempre nos quedará entrelazado.
Amor de lucha, entrega, de pasión,
rendido al tiempo, a la marea.
Amor eterno….
jueves, 6 de diciembre de 2012
Las cuatro estaciones - 8ª parte - Invierno (1ª parte) - Navidad y Reyes.
LAS CUATRO ESTACIONES
8ª parte
XV
INVIERNO (1ª parte)
“Algo adentro se va muriendo…
El sol ya no saluda con su luz
Ya no quedan árboles con hojassólo el gran árbol que nació seco
extiende sus ramas muertas en mi alma.”
Y
llegaban los días tristes, grises, melancólicos y el sol intenso pero sosegado
de invierno, el cielo se pintaba de gris, un sol que parecía ir poco a poco
muriendo y el viento helado pegando sobre nuestras caras cuando volvíamos de la
escuela, cruzando el camino que nos conducía a casa, recuerdo el camino de
tierra entreverado en los sauces, los belloteros agarrados y retorcidos entre
las piedras del camino. Y mis pies iban levantando el polvo de las hojas secas
y su aroma se mezclaba en la humedad del clima, con el sol brillante pero
sosegado, un sol de invierno muriendo y, entonces la nariz se me empapaba de
esos aromas y podía asegurar que era invierno, porque olía a invierno.
Cuando
era niño, los inviernos eran interminables. Desde que comenzaba, hasta que la
estación llegaba a su fin, eran días enteros en los que la lluvia, viento,
tormentas, relámpagos, y a menudo granizo, no daban tregua, cuando amainaba la
lluvia, salía el arco iris, el débil sol que tímidamente se asomaba entre las
oscuras nubes, apenas escampaba todos los niños y niñas, salíamos en tropel a
lanzarnos a la calle como animalillos salvajes, a los que han abierto las
puertas de la jaula de par en par.
Los
días eran monótonos y todos iguales... Una sucesión de días como cuentas de collar engarzados con el hilo de
la monotonía más absoluta… pero nunca había lugar para el aburrimiento.
Si
helaba era genial, porque entonces no todas las calles estaban asfaltadas, y
menos en la zona en la que yo vivía. Aquí había charcos, ¡¡charcos enormes!! y
esos charcos se helaban y ¡¡patinábamos en ellos!!, en los charcos... Y cuando
nos hartábamos de patinar (a duras penas te daba para deslizarte 3 metros, pero
éramos pequeños y todo parecía más grande) entonces comprobábamos la dureza del
hielo. Piedra o palo en mano y a romper
el hielo. Lo normal era llegar luego a casa mojados, manchados, preocupados de
la bronca que nos iba a caer.
Y
como no, en Invierno, la Navidad y sus vacaciones. Alrededor de Navidad el
poblado mejoraba, se engalanaba de lucecitas, no faltaban en cada casa los
belenes, el ambiente familiar era más estrecho...
El
final del invierno, traía consigo esos días de aire frío, penetrante y
provocador, que nos incitaba a salir a los alrededores de nuestras casas a
disfrutar de los grandes espacios, de la naturaleza.
Algunos
domingos con mi padre y mi hermano bajábamos hasta el rio, mientras mi madre se
quedaba en casa haciendo la comida.
Al
regresar a casa, mi madre nos solía tener preparada una "ensaladilla
rusa". A mí me gustaba!, raro!, pues en aquella época no comía nada y nada
me gustaba. Unas veces con tiras de pimiento, mi madre, ponía el nombre de
alguno de nosotros, en ese momento bromeábamos, para saber, cuál de los
hermanos era más querido.
Otros
domingos, simplemente paseábamos, o nos quedábamos en casa. Mi padre era
aficionado a hacer aparatos de radio, y se pasaba los domingos montándolos y
que después regalaba a los amigos y vecinos... Los ruidos del dial buscando
emisoras, y las canciones de la época me recuerdan aquellos días.
Y
llegaba el final del trimestre escolar, las Navidades empezaban unos días antes de la lotería, yo recuerdo
aquellos envoltorios de chocolates Elgorriaga, en los que escribíamos la carta
a los Reyes Magos. Todavía no había hecho su aparición Papá Noel.
De esta forma dejábamos el invierno atrás...
XVI
Navidad y Reyes
En aquellos años los días de la Navidad se limitaban a la noche del 24 de diciembre, la Nochebuena, el día 25 la Navidad, el 31 de diciembre Fin de Año y el 6 de enero, día de Reyes. La Nochebuena era el día más entrañable.
Unos días antes de Nochebuena, comenzábamos a sacar las figuritas del Belén, aquellas entrañables figuritas de barro, reparar algunas, confeccionar alguna que otra “casita” o el “molino”, reparar todo y hacer el gran armazón de madera sobre el cual se levantaría el nacimiento. Luego íbamos a las zonas de humedades, al barranco para recoger, helechos y musgos con los que adornar las montañas y los ríos y laderas de nuestro belén. En esas tareas colaborábamos toda la familia, si bien el coger helechos, por lo escarpado del terreno era un privilegio que se nos reservaba a mí junto a mi hermano.
Y así se construía el “Belén” de mi hogar. En familia, en armonía, con ilusión, cariño y el gusto excelente de mi padre quien diseñaba la disposición de todo aquel mundo de fantasía en miniatura, donde no faltaban los pastores, las ovejitas y toda la flora y fauna representativa. Más tarde vino el árbol de Navidad.
Queríamos darle tanto realismo, que inicialmente colocábamos a los tres reyes magos a lomos de sus camellos y precedidos de sus pajes, un poco alejados del pesebre y cada día los acercaba un poco más, siendo el día de Reyes cuando los desmontábamos de los camellos y los poníamos en el pesebre adorando al Niño Jesús.
Cuando el 24 de diciembre, antes de la misa del gallo, eso sí, provistos de pandereta (quien la tuviese) y una botella cristal (las mejores las de anís) y una vieja cuchara para "rascarla" salíamos a la calle y se pedía el "aguinaldo". Cantábamos los villancicos de siempre (Campanas sobre campana, Arre borriquito, Hacia Belén va una burra) fáciles de aprender y de tararear. Recorríamos las casa de los vecinos cantando villancicos, nos llenaban la bolsa, de castañas, mantecados, peladillas, higos secos….que luego repartíamos entre todos.
En la escuela nos enseñaban un poema de Navidad que nosotros recitábamos en familia. Yo aún recuerdo uno de ellos que decía más o menos así: "Ya vienen los reyes por el arenal y al niño le traen oro, pan, vino y pañal. Oro le trae Melchor, incienso Gaspar y mirra le trae Baltasar".
Previamente habíamos celebrado la cena, aquella cena familiar donde comíamos y cantábamos con una alegría especial y que hasta hace poco tiempo no he vuelto a sentir como entonces. El menú solía consistir en un pollo de corral, criado en nuestro corral, asado al horno y relleno, mi padre lo preparaba fenomenal, acompañado de patatas redondas y sidra El Gaitero para los mayores que nunca faltaba. Luego estaban los dulces propios de la Navidad, en mi casa era el reparto que mi madre recogía en el Economato de la Empresa, turrón blando y duro ,higos secos, pasas moscatel, mantecados, pasteles de gloria, figuras de mazapán……que por inusuales eran un delicioso manjar que aún al recordarlo creo rememorar su olor y su sabor inimitable.
El día de Navidad se comía de forma más sencilla y el fin de año era más para la la toma de uvas y para los mayores.
Así eran aquéllas Navidades sencillas pero entrañables que siempre están en el recuerdo. Nada que ver con las de hoy donde somos víctimas de un consumo desmesurado y artificial que no comparto.
El nacimiento, era también el lugar donde la víspera de reyes depositábamos los zapatos. En casa les poníamos hierba para que los camellos de sus majestades comieran.
La noche del 5 de enero, casi no dormíamos. Desde media noche, nos levantábamos y preguntábamos a nuestros padres “¡Mamá, papá!, ¿han venido ya los Reyes?”. Ellos nos mandaban acostarnos de nuevo.
“¡Hasta que no estéis durmiendo, los Reyes no van a venir!”, pero era muy difícil conciliar el sueño. Muy tempranito, por la mañana, corríamos hacía el belén y ¡Oh, maravilla! ¡Allí estaban nuestros regalos!.
Eran juguetes sencillos: una muñeca para mi hermana, una pelota para los chicos, un año, los maravillosos juegos reunidos, ¡todo era sensacional!.
Posiblemente, el juego de mas éxito en aquella época fueron los JUEGOS REUNIDOS, que en el año 1959 su precio era de 26 pesetas. Contaba con varios juegos en sus interior y enseguida fue un éxito en los hogares españoles, no solo para los niños sino también para los mayores. Con el paso de los años la empresa entró en crisis e hizo suspensión de pagos desapereciendo del mercado. Años más tarde una empresa vasca lanzó el juego que no gozó del éxito de los años 60 y 70,dejando también de fabricar el juego, por lo que hoy ya ni existe en el mercado.
Otros juegos populares, eran El juego de la oca y el parchís no faltaba en nuestras casas cuando éramos niños. Era un juego muy socorrido al que se acudía para matar el aburrimiento de las frías noches de invierno. Se podía jugar entre dos o cuatro personas. Hoy las maquinitas de juego han matado a este familiar juego que ya casi nadie se acuerda de él.
Otro de los juguetes a los que a los niños nos gustaba, eran los indios y los vaqueros. Los fuertes eran de madera y los vaqueros (los buenos) a los que atacaban los indios (los malos). Muchos niños disfrutamos mucho con este juego en el que tampoco faltaban las canoas o las tiendas de los indios, siempre me hizo ilusión tener un fuerte y nunca lo conseguí, pero lo tenía Andresico y de vez en cuando jugaba con el.
Y es que nuestros niños de hoy, tienen juguetes todo el año, tienen demasiadas cosas, dudo que por ello sean más felices que fuimos nosotros.
Eran tiempos de muchas carencias de cosas materiales pero había algo que se está perdiendo, el sentido de familia, el cariño entre las personas donde entraban también los buenos vecinos. Supongo que es el precio que se tiene que pagar por esto tan extraordinario que llamamos “progreso”.
Final de la 8ª parte
Las cuatro estaciones - 7ª parte - Otoño (4ª parte) - Mis nubes azules - Noche de miedo.
LAS CUATRO ESTACIONES
7ª parte
XIII
Mis nubes azules
Aquellos
días transcurrían lentos, sólidos; el tiempo parecía infinito. Llenábamos las
horas libres con juegos improvisados.
Junto
al campo de fútbol, habían unos cañares del que salía un camino que bordeando
el río Júcar nos introducía en un terreno que nos permitía jugar a las guerras,
el escondite… Allí nos reuníamos niñas y niños para jugar.
A
veces, prefería tumbarme boca arriba sobre la hierba, que aun siendo mediodía
permanecía húmeda tras el rocío de la noche
y mirar al cielo en busca de nubes.
Atentamente
observaba todas y cada una de ellas, que majestuosas desfilaban por encima de
mi cabeza, mis nubes azules.
Siempre
me ha fascinado la Naturaleza; siempre ha llamado poderosamente mi atención,
vivir en el Salto de Millares era casi imposible no disfrutar y amarla.
Me
gustaba tanto descubrir la magia que ante mis ávidos ojos, me ofrecía el cielo.
No
solo disfrutaba descubriendo imágenes entre las nubes, luego ya acostado en mi
cama, inventaba cuentos e historias, donde los principales protagonistas eran
las figuras que ese día había descubierto.
Aunque
a simple vista fuesen vaporosas masas amorfas, a medida que se desplazaban,
adquirían sorprendentes formas, que utilizando mi imaginación, adivinaba.
Intentaba
imaginar cómo se verían las casas desde allá arriba; pensaba que sería
estupendo poder volar, y surcar los vientos, llegar hasta las nubes, y pasar a
través de ellas.
Así
descubría enormes y alados dragones de pequeñas patas y orejas, gigantescas
mariposas de hermosas y descomunales alas desplegadas al viento, terroríficos
perfiles de ogros con grandes barbas, enormes narices y pobladas cejas, perros
que con desdibujadas patas, corrían tras imaginarias presas…
A
veces, no sé si debido a mi imaginación, o era simplemente casualidad, solo
acertaba a ver figuras de pájaros; destartalados, diminutos, con desorbitados
ojos, minúsculos picos, colosales alas y colas abiertas en forma de abanicos.
Me
parecía increíble lo que mis ojos estaban contemplando, ahora, ya no invento
historias fantásticas, a pesar de que el Cielo sigue siendo Mágico.
Cuantas
cosas puedo contar de mi infancia, de mis amigos, de los vecinos, de las
costumbres de la época, que no tienen nada que ver con los días actuales, ¿cómo
en tan poco tiempo la sociedad ha cambiado tanto?, no tiene nada que ver con aquellos años 50/60
que viví, a veces miro a mis hijos y nietos creo que he pertenecido a dos
mundos completamente distintos, donde las costumbres, los valores, el respeto y
demás cosas han cambiado tanto, casi diría yo que tienen otras señas de
identidad, tan válidas como los de antaño.
Hoy
en día todo eso ha cambiado, cada uno vive en su casa y no tienes relación con
los vecinos. En mi caso vivo en un edificio de siete plantas, con ocho
viviendas cada una, lo cual hacen cincuenta y seis vecinos (y a muchos de ellos
ni los conozco), y nos limitamos a darnos los buenos días.
¡Me
sentía tan insignificante!, todo mi mundo se había quedado dormido en la casa
que me vio crecer, ¿y sus gentes? ellas también se quedaron entremezcladas en
mis añoranzas de niño.
XIV
Noche de miedo
Aquella
noche de otoño llovía terriblemente, me asomé a la ventana y la lluvia formaba
una cortina de agua; apoyé mi boca en el cristal y se empañó de inmediato, en
ese momento me centré en la forma de mi boca que se quedó dibujada en el
vidrio, de igual manera dibuje con el dedo algunas figuras que también se
quedaron impresas en el cristal, esta actividad me tenía distraído hasta que de
pronto, mi habitación se ilumino completamente, quedé absorto por aquella luz
que había venido de la nada; me devolvió a la realidad un estruendo terrible,
di un salto y de inmediato me sumergí entre las sábanas de mi cama tapándome
hasta la cabeza.
En
aquellos días tenía siete años, no era un niño muy atrevido durante el día,
pero ante mis amigos, intentaba ser valiente y dispuesto. Sin embargo en el
silencio y la oscuridad de la noche, mi pequeño cuerpo temblaba de miedo; con
el tiempo supe que a esto se le llamaba “terrores nocturnos” y algunos niños lo
sufren, padeciendo sobremanera noches de terror, pesadillas y angustia, así me
pasé muchas noches, viviendo un miedo irracional, ese miedo a no se sabe qué,
pero que asusta terriblemente a los infantes que lo padecen.
Siguiendo
con la noche de tormenta, una vez protegido entre las sábanas, me sentía seguro
y con un acto de valentía saqué poco a poco la cabeza hasta la altura de la
nariz, para comprobar que pasaba a mí alrededor; de nuevo se iluminó la
habitación y sin pensarlo dos veces volví a introducir la cabeza en mi refugio.
¡Dios mío! Cuanto miedo tenía, no me atrevía llamar a mi madre, porque seguro
que se enfadaría. Era ya muy tarde y debía de estar durmiendo desde hacía
horas, pero aquel miedo me calaba los huesos y mi cuerpo titiritaba; notaba
como mi piel se tornaba tensa y los débiles vellos se erizaban. Como tenía
tanta imaginación, creía ver figuras en la pared, las cuales se movían. Cerraba
con fuerzas los ojos, pero la intensidad del miedo cada vez era mayor; ya no
podía más, salté de la cama y me dirigí al dormitorio de mi s padres, zarandeé
a mi madre y le dije que en mi habitación había una sombra de un hombre; mi
madre me dijo que no había nadie, pero le insistí tanto que se levantó, me
cogió de la mano y se dirigió conmigo al cuarto contiguo donde estaba mi
habitación.
Yo
estaba muy asustado, y más cuando pude comprobar aquella sombra, ¡ven mamá como
ahí hay un hombre! –le dije-. Ella se echó a reír, encendió la luz y me dijo:
¿a ver, dónde está ese hombre? Yo me quedé un poco aturdido porque cuando la
luz se encendió, comprobé que aquella sombra que me asustaba tanto era el
abrigo de mi hermano que estaba colgado detrás de la puerta, y su sombra en la
pared reflejaba la figura de un hombre. Me quedé perplejo y un poco
desilusionado, o mejor diría avergonzado, menos mal que fue mi madre, la que
descubrió mi miedo absurdo en un encender y apagar la luz. Le pedí que no
dijera nada a nadie, y ella me prometió que no lo haría. Sin embargo, mi madre
al ver mi carita de niño asustado y desilusionado a la vez, me abrazó, me dio
un beso y me dijo al oído:
-Has
visto como el miedo sólo está en nuestra mente, es nuestra cabeza la que
inventa el miedo. Hijo, ¿qué te puede pasar estando tu padre y yo en casa?
Nosotros somos los guardianes tuyo y de tus hermanos, no tengas miedo, vete a
la cama, cierra los ojos, reza y verás cómo los angelitos bajaran del cielo y
guardaran tus sueños.
Le
hice caso a mi madre, me zambullí de nuevo en mi cama, sin taparme la cabeza
debajo de las sábanas y con un gesto de valentía me santigüé, recé un “Padre
Nuestro”, y con mi imaginación característica en aquellos días, sentí a los
“angelitos” alrededor de mi cama; así quedé inmerso en un dulce y placentero
sueño.
Final de la 7ª parte
Suscribirse a:
Entradas (Atom)