“Yo soy nuevo cada día. Nazco cuando me despierto por la mañana,
envejezco durante el día y muero por la noche cuando me duermo. No es culpa
mía. Hoy lo estoy haciendo muy bien. Lo estoy haciendo mucho mejor que nunca”
A Paul Auster me lo encontré. Me
lo encontré reiteradamente en artículos de diarios, en revistas, en las
librerías y ahora último me lo encontré en “Lo que leímos” gracias a una reseña
de Diego Soto. Así que sin más decidí dejar de encontrármelo y empezar a
leerlo. Para empezar escogí al azar. Nada mejor que el azar para elegir entre
los muchos libros que ha publicado este autor que manifiesta no creer en la
causalidad o motivación de las cosas. Así llegué a esta novela de corte
policíaca que según bien sabía era la primera parte de una trilogía llamada
justamente “La trilogía de Nueva York”.
Esta primera entrega trata sobre
una llamada telefónica. Una llamada telefónica que es un error. Un error que,
obviamente, es inmotivado. El error produce un efecto y ese efecto es esta
novela. En una noche cualquiera a nuestro protagonista suena su teléfono. El
ring lo molesta y apenas alcanza a contestar: “¿Es usted el detective Paul
Auster?” o algo así preguntan al otro lado de la línea y por supuesto que no se
trata de Paul Auster (sí, el autor usó su nombre para uno de sus personajes)
sino que de Quinn, nuestro protagonista, un escritor de novelas policíacas de
mediano éxito (otra autoreferencia, aunque quizás un poco cínica). Lógicamente
él manifiesta que hay un error, que ahí no vive nadie de ese nombre, ni menos
que sea detective. En los días siguientes y durante las mismas horas el llamado
de las noches vuelve a producirse. Quinn –un tanto aburrido de todo– decide
finalmente decir que sí, que él es el detective Paul Auster. Desde ahí todo
comienza a tomar vuelo. Esta especie de rutina sucedió efectivamente en la vida
del autor: una noche alguien llamó a su teléfono preguntando acaso era él el
detective tal o cual, y él dijo lógicamente que no. Y luego quedó preguntándose
por días “¿qué habría pasado si hubiese dicho que sí?”. Bueno, dijo que no, y
lo que sucedió fue esta historia.
La narración avanza cuando él
toma el caso. Se trata de la historia de un hombre al cual su padre lo mantuvo
encerrado durante los primeros 10 o 12 años de su infancia experimentando con
él, tratando con aquel encierro que él volviese a un estado de naturaleza tal
que se reencontrase con el idioma pre Torre de Babel, antes de que dios nos
castigase con la multiplicidad de lenguas que existen hoy en día, antes de que
dejáramos de entendernos los unos a los otros. Suena un poco a Dan Brown pero
la trama no avanza por ese lado. Y no se asusten, hasta ahora no les he contado
nada que no aparezca dicho, claro que con otras palabras, en la contratapa del
libro. Quinn, suplantando a Paul Auster –el reputado detective privado– es
contratado para cuidar a este hombre de su padre, quien luego de años recluido
en una institución mental ha sido puesto en libertad, del cual se sospecha que
vendrá a asesinarlo. Los motivos son tantos como se puedan imaginar y no quiero
ahondar en ellos porque no deseo darles la novela a medio masticar.
¿Qué hay tras esta novela
policial que le ha valido tanto reconocimiento a su autor? Pues en un primer
momento me pregunté exactamente lo mismo. Su escritura es pulcra, funcional,
correcta, simple y agradable de seguirse, pero no supera a otros contemporáneos como Ford, Roth o Carver. La narración es límpida, no posee grandes
ripios e incluso es amena durante largos pasajes pero con ello no bastaría para
tanto reconocimiento. Pero luego está la historia tras la anécdota. Aquella
historia inmotivada, –como opina su autor que es el universo– aquella historia
que acaba sin un final, y que destruye los paradigmas de las novelas
detectivescas. Ahí donde entra el azar comienza el juego del autor con sus
personajes, convirtiéndolos en muñecos del destino más que en dueños de sí
mismos. Y al final el destino se burla. Claro que lo hace, si nada tiene una
razón de ser. En esos instantes está la vida y en esos instantes se va la vida
de nuestro protagonista. Es difícil explicarlo sin contarles el trasfondo de la
historia, sin echárselas a perder completamente, así que me limitaré a dar mi
opinión general: este es un buen libro, bastante lejano de ser brillante, pero
bueno al fin y al cabo, con un buen retrato de lo que es Nueva York, de las
motivaciones de su gente, con temáticas como el dinero, el amor (o la falta de
él), la vida en la ciudad, el destino y el sinsentido, especialmente el
sinsentido.
Si son amantes de las novelas
policíacas esta puede ser un tremendo giro para ustedes, porque les dará un
gran trasfondo allí donde normalmente prima la anécdota y el comentario o
resolución sagaz, sino no es así, opten por otra novela de Auster, que tiene
mucho más que entregar.
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