domingo, 30 de noviembre de 2014

Amor de hermanos





Amor de hermanos

Hace varios años, en una de las visitas al Hospital acompañando a mí madre, una enfermera me contó la historia de una niña llamada Elena quien sufría una extraña enfermedad.

Su única oportunidad de recuperarse aparentemente era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado anticuerpos necesarios para combatir la enfermedad.

El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le pregunto si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana.

Dudó por solo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir:

Sí, lo haré, si eso salva a Elena.

Llegó el día y la transfusión comenzó, mientras la transfusión se realizaba, él niño estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente mientras eran asistidos por las enfermeras, viendo retornar el color a las mejillas de la niña.

Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. El miro al doctor y le pregunto con voz temblorosa:

 ¿A qué hora empezare a morirme?

Siendo solo un niño, no había comprendido al doctor; él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana y que por tanto moriría. Y aun así se la daba.





viernes, 21 de noviembre de 2014

¿Cuánto vales?



¿Cuánto vales?

Alfredo, con el rostro abatido de pesar se reúne con su amiga Carmen en un bar a tomar un café.

Deprimido descargó en ella sus angustias...que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación...todo parecía estar mal en su vida.
Carmen introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 50 dólares y le dijo:

- Alfredo, quieres este billete?

Alfredo, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo:

- Claro Carmen...son 50 dólares, quién no los querría?

Entonces Carmen tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo un pequeño bollo. Mostrando la estrujada pelotita  a Alfredo volvió a preguntarle:

- Y ahora igual lo quieres?

- Carmen, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 dólares, claro que los tomaré si me lo entregas.

Entonces Carmen desdobló el arrugado billete, lo tiró al piso y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y marcado.

- Lo sigues queriendo?

- Mira Carmen, sigo sin entender que pretendes, pero ese es un billete de 50 dólares y mientras no lo rompas conserva su valor...

- Entonces Alfredo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, SIGUES siendo tan valioso como siempre lo hayas sido...lo que debes preguntarte es CUANTO VALES en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado.

Alfredo se quedó mirando a Carmen sin decir palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro.

Carmen puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó:

- Toma, guárdalo para que te recuerdes de esto cuando te sientas mal...pero me debes un billete NUEVO de 50 dólares para poder usar con el próximo amigo que lo necesite!!


¿Cuántas veces dudamos de nuestro propio valor, de que realmente MERECEMOS MAS y que PODEMOS CONSEGUIRLO si nos lo proponemos? 

Claro que el mero propósito no alcanza...se requiere de la ACCIÓN para lograr los beneficios. Yo sé que se puede y que existen innumerables caminos para conseguirlo.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Las cuatro estaciones - 15ª parte- Verano (2ª parte) - Mi primera comunión.



LAS CUATRO ESTACIONES

2ª PARTE




XXIII

Mi primera Comunión






En el Salto de Millares, la primera comunión no la celebrábamos en Mayo como es costumbre en el resto de España, siempre se hacía coincidiendo con la patrona, La Virgen del Carmen, el 16 de Julio.



"Nuestra Señora del Carmen, patrona del Salto de Millares"


La verdad, es que recuerdo muy poco de ese día, mi madre estaba algo inquieta. El nene no lograría mantenerse impecablemente vestido en aquella calurosa mañana del 16 de Julio de 1959. Muchos habíamos estado encerrados los últimos días en un vano intento de que las rodillas no presentaran nuevas cicatrices. El día amaneció nublado y amenazaba lluvia, la humedad se sentía en los huesos y la intensa sensación de bochorno. Mi madre quería llegar a todo y no llegaba a ninguna parte, como suele ocurrir cuando se presentan acontecimientos notables en la vida.



La jornada se había iniciado a las 8 de la mañana, con repiques de campanas. En nuestra casa teníamos agua corriente, pero el aseo se realizaba con la palangana y un gran barreño de zinc, eran los elementos primordiales de higiene. A las 10,30 la Misa de Primeras Comuniones y a su término, se celebraba una pequeña Procesión. Hacíamos un pequeño recorrido desde la iglesia hasta el cemento y vuelta.





Como era también la fiesta del poblado y día de la Virgen del Carmen, los hombres llevaban en andas la imagen de la Virgen. A la llegada del cemento, un gran arco, tipo el que ponen en la feria de Abril en Sevilla, con muchas luces de colores, forrado los lados con ramas y hojas de baladre, y arriba en el centro, un cuadro de la Virgen de Carmen, precioso, pintado al óleo por mi padre.


"Comunión de Maribel Morales, al fondo el arco que instalaba para las fiestas, al centro el cuadro de la Virgen del Carmen, todo pintado por mi padre"





"Con mis padres, mi yaya, mis hermanas y unos amigos"


Mas adelante, un tablado, donde se instalaba la orquesta "Joot" de Millares, que amenizaba la fiesta con su música, os podéis imaginar, mucho pasodoble y por supuesto, la música que se llevaba en aquellos momentos.


"Mª Carmen, yo, Fidelón, Jose Enrique "Cucala", Fidelico, Maribel Morales"


Todos lucían sus mejores galas, en esos años era muy evidente la diferencia entre la ropa de diario y las de los domingos o días festivos.




"Con mis hermanas Tere, Mari Carmen y Mª Jesús"


Vino para este día mi abuela paterna Paca, mi hermana Mª Jesús, mi madre vestía todavía de luto por la muerte de mi abuelo Emilio. Mi traje de marinero era heredado de mi hermano y lo utilice durante algunas semanas los domingos, como traje de días festivos. La celebración de entonces, no tenía nada que ver con las de hoy en día, no eran un espectáculo ni un día para recibir muchos regalos y no volver más por la iglesia. Recibí como regalo, un anillo conmemorativo de ese día y un misal que me mandó mi abuela Carmen desde San Sebastián, libro que conserve durante muchos años y que durante todo este tiempo, me acompañó en la celebración de la misa.

"Con mis hermanas y mi hermano Vicente"

Aunque, con solo siete años, la comunión fue un día sencillo pero feliz, era un día que los niños lo afrontábamos con solemnidad y devoción, adquiriendo un compromiso que nunca he olvidado.


Final de la 15ª parte

viernes, 14 de noviembre de 2014

La sombra de la sirena - Camilla Läckberg



La sombra de la sirena - Camilla Läckberg

Sinopsis: Christian Thydell, el apacible bibliotecario de Fjällbacka, que acaba de publicar su primera novela, La sombra de la sirena, es víctima de un macabro chantaje. Cuando su amigo Magnus aparece muerto bajo el hielo, Patrik Hedström se da cuenta de que ambos sucesos están relacionados y empieza a desentramar un turbio drama familiar. Su mujer, la exitosa escritora Erica Falck, en avanzado estado de gestación, lo ayudará a esclarecer el trágico misterio de la sirena.

Comentarios:

Son ya seis libros siguiendo a Erica y Patrik en el siempre misterioso pueblo de Fjällbacka. El camino hasta llegar a esta sexta novela ha tenido algunos baches. La princesa de hielo y Las hijas del frío fueron para mí los mejores. El cuarto libro (Crimen en directo) me pareció bastante decepcionante. En la quinta parte, Las huellas imborrables, se vuelve a recuperar un poco el tono, pero para mí no alcanza el nivel de los mejores. Así que empecé La sombra de la sirena con un poco de miedo. ¿Dónde iba a situar a esta novela, entre los mejores o entre los peores de la serie? Como podéis ver por la nota, me ha gustado bastante y se ha convertido en una de mis preferidas de las historias protagonizadas por la escritora Erica y el policía Patrik.

Cada libro de esta saga de Camilla Läckberg trata sobre un caso de asesinato independiente. El crimen se resuelve en el mismo libro, pero la vida personal de los protagonistas continua en las demás novelas de la saga. Así que me voy a centrar en la investigación policial de este libro, sin nombrar nada de la situación personal en la que están los personajes para no hacer spoiler.

Esta vez el misterio se centra en el bibliotecario del pueblo, Christian Thydell, que ha tenido breves apariciones en los libros anteriores. Christian acaba de publicar su primer libro y aunque pueda parecer que la vida le sonríe, desde hace meses no deja de recibir cartas con unas amenazas muy inquietantes, que no le dejan disfrutar del éxito de su novela.

Erica y Christian son amigos y en lo que a ella respecta, no piensa quedarse tranquila hasta saber quién es el misterioso remitente que le envía esas cartas tan siniestras a su amigo.

Me gusta mucho que Erica tenga un papel importante en la investigación porque en algunos libros, por determinadas situaciones, apenas formaba parte activa en el caso policial y se volvía un personaje bastante secundario. Sin embargo, aquí volvemos a tener a una Erica activa y metiendo las narices en todas partes.

Además de la historia puramente policial, entre capítulo y capítulo, como viene siendo habitual en los libros de la serie, tendremos unas partes en cursiva que hacen referencia a una hecho ocurrido en el pasado y que tiene relación con el asesinato que están investigando Erica y Patrik. Estas partes para mí siempre son los mejor de los libros de Camilla. Algunas historias son escalofriantes y ponen los pelos de punta y la de este libro tiene momentos en los que no quieres seguir leyendo porque lo que te está narrando no es nada, nada agradable de imaginar.

Para mí los libros de esta escritora tienen dos pequeños problemitas. El primero es que casi siempre adivino al culpable del asesinato un poco antes de que lo resuelvan los personajes y eso en un libro de misterio me parece un punto bastante negativo. Sin embargo, en La sombra de la sirena estuve perdido durante toda la investigación. La resolución final del caso me pilló por sorpresa y además me pareció bastante bien llevada.

El segundo problemita de los libros de Camilla es que algunas veces abusa contando cosas insustanciales de la vida personal de los protagonistas. Esto por una parte es bueno porque no me gustaría que los personajes fueran simples muñecos sin vida que solo están ahí para resolver el caso, pero algunas veces la autora se pasa narrando cosas que no vienen a cuento y que quedan un poco de pegote para rellenar páginas. Por ejemplo, los amoríos de un determinado personaje secundario. No obstante en La sombra de la sirena estas partes, aunque las hay (no sería un libro de Camilla si no fuera así), me parecen mucho mejor llevadas e incrustadas en la trama. No chirrían tanto como en otros libros y además están en menor proporción que en otras novelas de la saga.

La sombra de la sirena es un libro muy entretenido y que logra enganchar una barbaridad. Me sorprendí a mí mismo buscando cualquier momento del día para poder leerlo, algo que no me pasaba con esta autora desde su tercera parte. Llega un momento en que es imposible soltar la novela hasta llegar al final. Un final, por cierto, que es para tirarse de los pelos. Te deja con unas ganas inmensas de coger la siguiente parte, porque aunque el caso policial se resuelve, Erica y Patrik siguen con sus vidas en el séptimo libro, titulado Los vigilantes del faro, del cual espero que sepa mantener el nivel de su antecesor. Yo me esperaré a que salga en bolsillo para volver a viajar al pueblo de Fjällbacka y seguir resolviendo crímenes truculentos.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Las cuatro estaciones - 14ª parte -Verano (1ª parte) - Las vacaciones - El domingo.




LAS CUATRO ESTACIONES
 14ª parte



XX

VERANO (1ª parte)



Y luego, el infinito verano, con su soledad de chicharras insolentes, ecos de las desveladas y eternas siestas que definían una agonía calurosa, de los eternos partidos de futbol, de los baños en el río Júcar… La belleza del río estaba ahí, con las corrientes de agua empujadas por el viento, en diferentes tonalidades, según los vientos las agiten, dejando el cielo con rayos que pretendían colgarse de las nubes, cubriéndolas de tintes, de diferentes tonalidades, desde el rojo más intenso hasta el malva más suave y delicado. Con el cielo encendido de fuego, que poco a poco se va dulcificando hasta desaparecer...entre las brumas de la noche, con luna o sin ella.....

Recuerdo que los veranos eran eternos, como años en tan solo tres meses, con días iguales o parecidos, y a la vez únicos.

Aquel día me sentía triste, especialmente triste, me habían comunicado el ingreso para el próximo curso en el colegio interno de Cofrentes, colegio donde asistíamos los hijos de empleados de HE, para realizar el Bachillerato, me daba cuenta la importancia que tenía aquel hecho, porque era como si dejara a un lado la niñez, ahora era el momento de sentirme casi una jovencito, dejaría atrás mi querido colegio, no quería pensarlo para no entristecerme todavía más.
El verano trascurrió como cualquier verano, en el poblado y con mis amigos disfrutaba de cada minuto; hacía al medio día nos dirigíamos a nuestra pequeña playita en el río Jucar, le llamábamos él “balsón” y allí en los días de levante, era una de nuestras distracciones favoritas, yo creo que éramos casi especialistas en saltar aquella masa de agua que nos revolcaban, a veces, salíamos casi sin aliento, pero eso no importaba porque al instante volvíamos dispuestos a seguir con la diversión.

Después de comer, nos tocaba descansar y dormir la siesta, mi madre era inflexible, nunca nos dejaba salir a jugar o volver a al río, a mi ello me disgustaba, porque oía por mi ventana como otros niños corrían a darse el baño de la tarde, en esto sabía que tenía la batalla pérdida, así que no me quedaba otra que obedecer a mi madre. Una vez finalizado el tiempo de descanso, merendaba sentado en la mesa del comedor; un gran vaso de leche y un bocadillo. Cuando terminaba el último bocado, salía corriendo en busca de mis amigos para jugar a lo largo de la tarde.

Recuerdo aquellos veranos, como hacía mucho calor (no existía el aire acondicionado), las personas mayores se bajaban una silla y se sentaban en las aceras mientras nos vigilaban, (aunque no había ningún peligro pues no pasaban coches), las chicas jugaban a la comba y los chicos jugábamos al fútbol con chapas de botellas a las que les ponían fotos de futbolistas y hacían dos equipos. Sobre las doce de la noche que empezaba a refrescar, cada uno se subía a su casa.

A primeros de Septiembre mi madre empezaba a preparar la ropa para él colegio, zapatos pantalones, camisas… todo con el nombre de cada uno, ya se sabe, en el colegio interno era la única manera de controlar la ropa.

Se acababa los baños en él río, la piscina, las tardes interminables de juegos, los paseos y las carreras con bici, el balancearse horas en la hamaca, recostarse en el sofá deleitándote con tu tebeo favorito, las aventuras y los sueños de cara al invierno... Se acababa agosto y llegaba septiembre y su desganada rutina. Pero quedaban los maravillosos recuerdos de un verano intenso. ¿Quién no tiene un recuerdo nostálgico y entrañable de sus veranos.


Ahora puedo mirar y sentir todo esto, pero entonces con 7 años, no lo veía conscientemente, pero lo sentía en mis sentidos, con mis ojos, sin saberlo explicar con palabras. Con todos los poros de mi piel sentía el calor del sol. Giraba la cabeza y sabía escuchar el viento según entraba en mis oídos, produciendo un ruido u otro, oler el olor a río, de las cañas secándose al sol.


XXI

Las vacaciones


Los recuerdos del verano están aún frescos en mi memoria y en mi piel y quisiera conservarlos durante largo tiempo para que me ayuden a enfrentarme de nuevo al torbellino del trabajo, al ruido de la ciudad y al aire cargado de humos. En mi memoria, para recrearlos y revivir los intensos momentos de paz y sosiego gozados en mitad de la naturaleza. En mi piel, para evocar los largos días soleados al borde de la piscina, del río….los baños interminables, las largas tardes comiendo frutas, disfrutando de innumerables juegos sin prisa, el dejar correr las horas…


"Mi hermana Tere, después de bañarse en el río"

Las vacaciones en el Salto de Millares en 1960 diferían mucho de las de ahora, pues los trabajos de los padres, sin vehículos, las carreteras, la falta de los medios económicos…, no se podían planificar ni realizar, por lo que aprovechábamos al máximo el tiempo y las condiciones de la naturaleza, que eran muchas. Por tanto, como no podía ser de otra forma, las pasábamos en el Salto de Millares, levantarme mas tarde por la mañana, baños en la piscina o en el río, partidos de fútbol y muchos juegos en la calle….



"Nuestra piscina"


Aprendí a nadar en la piscina, a lo bravo, por una mala experiencia en el río, tenía bastante miedo al agua, un día estaba de pié al borde de la piscina y mi hermano y creo que Emilio Jimenez me lanzaron al agua sin previo aviso, visto que nadie tenía ninguna intención de ayudarme salí como pude, nadando como los perros, pero al fin y al cabo nadando.


"Con mi hermano, bañándonos en el río"


A pesar de todo, como no teníamos modelos de vacaciones con los que comparar las nuestras, nos conformábamos con lo que teníamos (claro que no quedaba otro remedio); pero a pesar de todo creo que lo pasábamos muy bien pues teníamos mas iniciativa e inventiva que los de ahora. Nos fabricábamos nuestros propios juguetes e inventábamos juegos que los jóvenes actuales no hacen "porque lo tienen todo hecho”.
Era la época que podíamos jugar hasta altas horas de la noche, jugábamos al escondite, policías y ladrones….o nos sentábamos al fresco a contar historias, era cuando disfrutábamos de verdad de la calle.
Era aquel tiempo, cuando las decisiones importantes se tomaban mediante un práctico..."Pito, pito gorgorito, dónde vas tú tan bonito, a la verdadera...pim, pam, pum, fuera”.
Se podían detener las cosas cuando se complicaban, con un simple..."No ha valido".
Los errores se arreglaban diciendo simplemente..."Empezamos otra vez"….
Tener mucho dinero solo significaba poder comprar más cosas, como mucho, aquellos chicles "Bazooka", que compartía con mis hermanos.




En los juegos, siempre había una forma de salvar a los amigos...bastaba con un grito de…¡ "Por mí, por todos mis compañeros y por mí, primero"!
Siempre descubrías tus más ocultas habilidades a causa de un ¿"A que no haces esto?".
Nunca había nada más lindo que jugar con fuego, a pesar de que algún mayor (los de 12 años ya lo eran) te dijera: "Te vas a hacer pis en la cama".

¡Tonto el último"!, era el grito que nos hacía correr como locos...hasta que sentíamos que el corazón se nos salía del pecho. Policías y ladrones era solo un juego para esas tardes mágicas, y por supuesto era mucho más divertido ser ladrón que policía.


Los hermanos mayores, eran el peor de los tormentos, pero también los más fieles y feroces protectores.

“Guerra” solo significaba arrojarse tizas y bolas de papel durante las horas libres en clase...

Una rebanada de pan untada con vino, constituía uno de los alimentos básicos y esenciales.


Hacer una montaña de arena, podía mantenernos felizmente ocupados durante toda una tarde...

Las reglas no importaban demasiado, se iban creando en el discurrir del juego, aunque algunos discurrían más velozmente y esos imponían las reglas, ya iban tomando forma para el futuro.

Tu bicicleta se trasformaba en una poderosa "súper-moto" con solo poner unos cartones pintados alrededor de su cuadro, o chapitas destellantes entre los radios de las ruedas. Quitarles las dos ruedecillas pequeñas significaba un gran paso en tu madurez. Bueno, eso quien tuviera bici.

Siempre aparecía algún mayor que te los cambiaba a 10 x 1, dejándote contento para una semana...claro que tú no sabías que ese cromo tuyo era el más difícil de conseguir del álbum, que si no...


La rama de un árbol era la más moderna, poderosa y eficiente arma que jamás se había inventado...

Jugábamos a las carreras de chapas, emulando a nuestro ídolo Bahamontes y todos queríamos ser ciclistas de mayores.


Era un gran tesoro si encontrabas trozos de escayola entre las piedras y poder dibujar en el suelo y jugar...


Ponerte el 'babi' del cole a modo de capa mientras subidos en cualquier escalón deseabas con todas tus fuerzas poder volar...

Todas estas simples cosas nos hacían felices, no necesitábamos nada más que un balón, una comba y dos amigos con los que hacer el ganso durante todo el día... y precisamente, amigos nunca faltaban.
En el cemento, una fuente de granito, vertía un gran chorro de agua. Lo recuerdo muy entrañablemente porqué era donde acudíamos a refrescarnos en estos días de calor cuando jugábamos cerca de casa y no queríamos entrar por si nuestros padres ya no nos dejaban salir. También, en verano podía acompañar a mi madre al lavadero, ese lugar que señalo lo aprovechaban las mujeres para lavar la ropa, que luego tendían al sol sujetando unas cuerdas a las higueras.
"Tere, yo y Ana Mari, junto al rio Júcar"
Él domingo, día festivo para mi padre, nos íbamos a pasar el día, siguiendo el cauce del río Júcar, dirección contraria a la central eléctrica. Acampábamos en un recodo del río donde había arena parecida a la de la playa, rodeados de juncos y cañares. Llevábamos ensaladilla rusa para comer y mi padre dejaba una sandía dentro del agua para que se refrescara. Jugábamos al fútbol y con mis hermanas a la comba, lo pasábamos bien, nos gustaba y agradecíamos por no ser algo que habitualmente podíamos hacer.
Así transcurría el verano y las vacaciones, con tranquilidad, amigos, baños y muchos juegos.


XXII
El domingo

¿Cómo eran los domingos?, nos levantábamos pronto para bañarnos en aquellos barreños metálicos, las duchas y bañeras aun estaban por llegar, nos vestíamos con la ropa de los días de fiesta, en mi caso ropa heredada de mi hermano y nos íbamos a preparar la capilla para la misa. Nos encargábamos de tocar la campana, a eso de las 9 de la mañana y los utensilios que el sacerdote iba a necesitar.

Era muy habitual que durante toda la semana llevases la misma ropa y que al llegar el domingo, te cambiaras y tu pusieras de fiesta. Bueno si te manchabas en el colegio o en los recreos, y llegabas a casa sucio, siempre había una regañina y algo "de repuesto" te ponías. 




Don Antonio llegaba con su Lambretta desde Millares y a las 9,30 se celebraba la misa, pues tenía que regresar al pueblo para poderla celebrarla allí.

Mi hermano y los chicos de su edad ayudaban en la misa y cuando marcharon al colegio interno me tuve que encargar yo, debía de tener nueve o diez años. Era las misas en Latín, me la sabía entera, de memoria, se celebraba de espalda, en la consagración se tocaba la campanilla…. También me encargaba de repartir el “Aleluya”, era la hoja parroquial, se entregaba casa por casa y cada vecino entregaba voluntariamente una limosna. A Don Antonio le debía entregar aprox. seis pesetas y resto me lo entregaba a mí, para que luego digan que todos los curas son unos peseteros, siempre me tocaba un par de pesetas que me permitía pasar unos fantásticos domingos comprándome un chicle Bazoka y alguna bolsa de pipas o de cacaos, que desde luego compartía con mis hermanos.




Una vez al año se celebraba en Domingo el día del Domund, los niños salíamos a pedir por la casas con huchas, con el fin de recaudar fondos para las Obras Misionales Pontificias. Íbamos ilusionados porque pensábamos que con lo recaudado los niños de África podrían vivir algo mejor.






Final de la 14ª parte