Hace mucho, mucho tiempo, en la
espesa selva verde esmeralda habitaban unos pequeños animalitos que provocaban
la admiración de todos aquellos que tenían la suerte de poder verlos. Eran
siete magnificas mariposas, todas diferentes, pero cada una con sus alas
pintadas de un color brillante y único. Su belleza era tal, que las flores de
la selva se sentían apocadas cada vez que las mariposas revoloteaban a su
alrededor.
Eran inseparables, y cuando
recorrían la selva parecían una nube de colores deslumbrante y movediza. Pero
un día, una de ellas se hirió con una aguda espina y ya no pudo volar con sus
amigas. El resto de las mariposas la rodeo, y pronto comprendieron que la
profunda herida era mortal. Volaron hasta el cielo para estar cerca de los
dioses, y sin dudarlo, ofrecieron realizar cualquier sacrificio con tal de que
la muerte de su amiga no las separara. Una voz grave y profunda quebró el
silencio de los cielos y les pregunto si estaban dispuestas a dar sus propias vidas
con tal de permanecer juntas, a lo que todas contestaron afirmativamente.
En ese mismo instante fuertes
vientos cruzaron los cielos, las nubes se volvieron negras, y la lluvia y los
rayos formaron una tormenta como nunca se había conocido. Un remolino envolvió
a las siete mariposas y las elevo más allá de las nubes. Cuando todo se calmó y
el sol se disponía a comenzar su trabajo para secar la tierra, una imponente
curva luminosa cruzo el cielo, un arco que estaba pintado con los colores de
las siete mariposas, y que brillaba gracias a las almas de estas siete amigas
que no temieron a la muerte con tal de permanecer juntas.
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